Las dictaduras de Cuba y Nicaragua lideran los ataques a la libertad religiosa en las Américas. Ambos regímenes totalizan más de 1400 agresiones a la fe y a los feligreses. Su objetivo es estrangular la voz profética de la Iglesia, pero por alguna razón el efecto ha sido otro. La valentía de los religiosos ha despertado la admiración masiva de creyentes y agnósticos.
Desde 2018, Nicaragua acumula 410 ataques a la libertad religiosa. La profanación de templos, el asesinato de un monaguillo de 15 años y el arresto del obispo Rolando Álvarez, son parte del interminable rosario de agresiones.
Cuba, la madre de las dictaduras, registró 1030 ataques a la libertad religiosa en 2022. El Observatorio Cubano de Derechos Humanos indica que el espionaje, hostigamientos, citaciones y exilio forzoso no han logrado quebrantar la fe.
¿Por qué la embestida a la Iglesia?
La Iglesia tiene un poder que las dictaduras no entienden ni controlan. El empobrecimiento y abusos provocados por los tiranos, es denunciado por la Iglesia con una voz que traspasa fronteras y burla la censura. Los autócratas la ven como una poderosa y peligrosa amenaza.
El padre Alberto Reyes, pastor de la Arquidiócesis de Camagüey, dijo a inicios de este año que «no podemos dejarle todo a Dios, porque Dios trabajo en equipo. A nosotros nos toca hacer todo lo posible por vivir en la verdad, por defender la justicia». Palabras como estas alimentan la fe y esperanza de un pueblo que ha padecido una dictadura longeva de 64 años.
Pastores con olor a oveja
En las protestas de 2018, la Iglesia de Nicaragua estuvo al lado del pueblo. Su valor fue impresionante e imprescindible, evitando que Daniel Ortega asesinara a un número mayor de estudiantes, mujeres y niños.
La Iglesia cubana resucitó como Lázaro. En las manifestaciones de julio de 2021, los sacerdotes estuvieron con los oprimidos que demandaban pacíficamente «Patria y Vida». Esta cercanía y empatía con el pueblo enfureció a los tiranos acostumbrados a recibir alabanza y adoración.
Profesionales de la persecución religiosa
De acuerdo con la organización Prisoners Defenders, en Cuba la Oficina de Asuntos Religiosos (OAAR) supervisa todas las actividades espirituales con mano de hierro. Los ojos y oídos de la dictadura están en las procesiones, sepelios, donaciones, importaciones, obras, reformas, viajes, etcétera.
En Nicaragua, la Policía Nacional prohibió todo tipo de procesiones religiosas. La orden vino de arriba. Es decir, de la esposa de Daniel Ortega. Desde 2022, sin ley y sin decreto, se consideran ilícitas todas las manifestaciones públicas de la Iglesia porque alteran «la paz y seguridad» de la dictadura.
En la lista negra de Estados Unidos
En 2022, Nicaragua y Cuba fueron anexadas a la lista de países que violentan la libertad religiosa de sus ciudadanos. El Secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, manifestó que las violaciones a la libertad religiosa «siembran división, socavan la seguridad económica y amenazan la estabilidad política y la paz. Estados Unidos no se quedará de brazos cruzados ante estos abusos».
Por otro lado, Cuba y Nicaragua forman parte del vergonzoso ranking mundial de países donde seguir a Cristo puede costar la vida. Los dos regímenes son señalados por impulsar ataques sistemáticos contra la libertad religiosa, principalmente contra la Iglesia católica.
Al estilo China
China no respeta la libertad religiosa y su modelo es emulado por las dictaduras tropicales de Cuba y Nicaragua. Los religiosos son vigilados, apaleados, encarcelados y reeducados. Hasta inicios del año 2000 se contabilizaba el arresto de 30 obispos y sacerdotes. Algunos han sido suspendidos de por vida de ejercer su ministerio.
El silencio cómplice
La persecución religiosa crece a la sombra del silencio cómplice. La pasada Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) emitió una declaración de 111 puntos, 28 páginas y 33 países firmantes. Ni una sola letra condenó la persecución religiosa en Cuba y Nicaragua.
La fe se revitaliza en medio de la represión. Los ataques a la religión han tenido un efecto bumerán. La valentía de sacerdotes y obispos ha generado admiración por la Iglesia. Un avivamiento inesperado e indetenible, que clama por la solidaridad audible de más países democráticos y en especial de la voz del Vaticano.
Monseñor Silvio Báez lo dijo así: «¡Dichosa la Iglesia perseguida por seguir a Jesús, porque de ella es el Reino de Dios!».
Fuente: Sistema Integrado Digital