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La contemplación de la Santísima Virgen y la Anunciación

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Excerpta de conversación de 12 de septiembre de 1974

El Evangelio de San Lucas nos relata la embajada del Ángel Gabriel a la Santísima Virgen, de cuyo “Sí” dependió nuestra Redención.

Un aspecto poco conocido de la personalidad de la Santísima Virgen es la elevación insondable de su pensamiento y de su contemplación.
San Juan Eudes recuerda que en el principio existían las tres personas de la Santísima Trinidad, pero no la naturaleza humana de Nuestro Señor Jesucristo.

Nuestra Señora estudiaba las Sagradas Escrituras para saber como sería el Mesías, pues deseaba ardientemente que el Mesías viniese pronto.

Así, Ella llegó a imaginar como sería Nuestro Señor y, en el momento en que ella lo concibió por la inteligencia, por el amor, y tuvo el deseo de ser la esclava de quien fuese su Madre, en ese momento el Angel Gabriel la invitó a serlo.

Explica entonces San Juan Eudes, que Ella fue dos veces Madre de Nuestro Señor Jesucristo: en primer lugar, madre porque Ella lo concibió, por la inteligencia y por el amor; como Ella debería ser, en segundo lugar, Madre porque lo engendró en su seno virginal.

El Evangelio de San Lucas nos relata la embajada del Ángel Gabriel a la Santísima Virgen, de cuyo “Sí” dependió nuestra Redención.
A la luz de las consideraciones de San Juan Eudes toman un nuevo aspecto.

«Estando ya Isabel en su sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel a Nazaret, ciudad de Galilea, a una virgen desposada con cierto varón de la casa de David, llamado José; y el nombre de la virgen era María.

“Y habiendo entrado el ángel a donde ella estaba, le dijo: Dios te salve, ¡oh llena de gracia!, el Señor es contigo; bendita tú eres entre todas las mujeres.

“Al oír tales palabras la Virgen se turbó, y se puso a considerar qué significaría tal saludo.

“Mas el ángel le dijo: ¡Oh María!, no temas, porque has hallado gracia en los ojos de Dios.

“Sábete que has de concebir en tu seno, y tendrás un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús .

“Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David, y reinará en la casa de Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin.

“Pero María dijo al ángel: ¿Cómo será eso, pues yo no conozco varón alguno? El ángel en respuesta le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, por esta causa el fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios.

“Y ahí tienes a tu parienta Isabel, que en su vejez ha concebido también un hijo; y la que se llamaba estéril, hoy cuenta ya el sexto mes; porque para Dios nada es imposible.

“Entonces dijo María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y en seguida el ángel desapareciendo se retiró de su presencia”. (San Lucas, 26,38)

Una puerta que nadie podrá cerrar

En la Sagrada Escritura encontramos esta frase: “porque fueron débiles, yo les abrí una puerta que nadie podrá cerrar”. Esta puerta abierta para la flaqueza del hombre contemporáneo es el Corazón Inmaculado de María.

En efecto, nada puede darnos mayor confianza, esperanza más fundada, estímulo más seguro, que la convicción de que en todas nuestras miserias, en todas nuestras caídas, no tenemos sólo mirándonos con rigor de Juez, a la infinita Santidad de Dios, sino también al Corazón lleno de ternura, de compasión y de misericordia, de Nuestra Madre celeste.

Omnipotencia suplicante, Ella sabrá conseguir para nosotros todo cuanto nuestra flaqueza pide para la gran tarea de nuestro reerguimiento moral.

Con este Corazón, todos los terrores se disipan, todos los desánimos se desvanecen, todas las incertidumbres se despejan.

El Corazón Inmaculado de María es la Puerta del Cielo abierta de par en par para los hombres de nuestro tiempo, tan extremamente débiles. Y esta puerta “nadie la podrá cerrar”, ni el demonio, ni el mundo, ni la carne.

Plinio Corrêa de Oliveira in Legionário, N.º 625, 30 de julio de 1944

https://www.pliniocorreadeoliveira.info/

Plinio Correa de Oliveira

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