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Kupiansk, el frente ucraniano que teme ser invadido de nuevo

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Un residente local pasa junto a un coche destruido en Kupiansk, región de Járkiv, el 13 de febrero de 2023.
Un residente local pasa junto a un coche destruido en Kupiansk, región de Járkiv, el 13 de febrero de 2023. © AFP

Kupiansk, Ucrania – La ciudad ucraniana, en el extremo oriental de la región de Járkiv, sufre bombardeos diarios mientras las autoridades ordenan la evacuación de las familias de las zonas cercanas ante la posibilidad de una segunda invasión.

Cuando faltan unos kilómetros para entrar en Kupiansk, una gran cruz aparece en un ‘checkpoint’.

Espigada, maciza, de una madera negruzca pero carcomida por la nieve y el viento helado, su semblante casto desentona entre los tantos artilugios bélicos del puesto de control. Pero también es la señal que ahí adelante la situación no va bien.

El soldado controla velozmente a los ocupantes del automóvil y deja pasar con más rapidez aún. No hay tiempo para más. Hoy la artillería ha escupido desde temprano y los estallidos están buscando víctimas sin descanso. Por eso la carretera ha de estar despejada.

Desde lo alto de la colina en la que se encuentra el edificio del ayuntamiento de la ciudad, perforado como un queso Emmental y sin una ventana que aún se pueda considerar tal, Kupiansk aparece como un nacimiento.

En el suelo, nieve y barro se mezclan y se escurren en un agujero de medio metro de largo creado por un misil. A lo lejos, pero no tanto, un humo gris que sobresale de un edificio dice que otro proyectil dado con un blanco. En el mercado central el cielo plomizo se funde con el polvo de los escombros. Ya no queda mucho en pie.

Kupiansk, ciudad del extremo oriental de la región de Járkiv, es ahora mismo el frente más violento de la zona. En sus entrañas, aplastada por el frío, la gente aguarda el siguiente estallido en casas sin ventanas, sin dejar hablar siquiera al son de unas sirenas imaginarias, pues las reales ya no se oyen. Así, las explosiones llegan de golpe, sin aviso.

Los rusos, que en algunos puntos de la ciudad se encuentran a menos de cinco kilómetros, disparan parapetados desde los pueblos próximos ocupados y la limítrofe región de Lugansk.

Es por eso, dicen, que algunos vecinos temen una nueva invasión después de que la ciudad fuera retomada a finales del verano pasado. Otros, sin embargo, se han empezado a hacer a la idea y, afirman, les están esperando.

Tamara Skliarova, de 70 años, sostiene un gato frente a los escombros de una escalera del edificio residencial de dos plantas donde vive, parcialmente destruido como consecuencia de los bombardeos rusos en Kupiansk, en la región de Járkiv, el 13 de febrero de 2023.
Tamara Skliarova, de 70 años, sostiene un gato frente a los escombros de una escalera del edificio residencial de dos plantas donde vive, parcialmente destruido como consecuencia de los bombardeos rusos en Kupiansk, en la región de Járkiv, el 13 de febrero de 2023. © AFP

Redes de voluntarios locales, autogenerados y auto-organizados, hacen lo que pueden. Pero la situación humanitaria es tan grave que esta misma semana el gobernador militar de la región, Oleg Sinegybov, anunció una evacuación obligatoria de familias con niños y residentes con movilidad reducida de las aldeas de los alrededores de Kupiansk por la virulencia de los combates en la región. Lo que se teme es un avance rápido por tierra que no permita sacarles de ahí a tiempo.

La lucha también es contra el tiempo 

La operación es delicada también porque las carreteras de los pueblos, más que las casas, están destrozadas por los morteros y los misiles, el barro está por todas partes y los automóviles tienen que reducir la velocidad cada tanto.

Igor, jefe de una compañía de la Brigada 92, que por motivos de seguridad no quiere dar su nombre completo, afirma que las fuerzas rusas siguen intentando avanzar y hacen operaciones de distracción.

“Atacan para recuperar Kupiansk, fortalecerse, y asegurarse la posición. Por aquí pasa la ruta hacia Lugansk que, si lograsen ocupar, sería un importante éxito para ellos”, asegura, desde una localización que también pide mantener anónima.

“Aquí se dispara con todo, carros de combate, sistemas de lanzamiento múltiple, artillería. Poco más allá también se usan los Kalashnikov”, detalla.

Archivo: un militar ucraniano inspeacciona una habitación en un edificio escolar dañado en el pueblo liberado de Petropavlivka, cerca de Kupiansk, en la región de Járkiv, el 15 de diciembre de 2022, en medio de la invasión rusa de Ucrania.
Archivo: un militar ucraniano inspeacciona una habitación en un edificio escolar dañado en el pueblo liberado de Petropavlivka, cerca de Kupiansk, en la región de Járkiv, el 15 de diciembre de 2022, en medio de la invasión rusa de Ucrania. © AFP

Muchos de los militares que luchan en esta zona son soldados con años de experiencia en el Ejército. Algunos llevan hasta cinco meses en estas posiciones, desde las que también atacan con tanques soviéticos. Pero el comandante de carros de combate Igor, que también solo da su nombre de pila, asegura que su capacidad de respuesta a los ataques rusos ha mejorado.

“Antes respondíamos con un disparo a sus 30 disparos, pero esto ya no es así. Eso sí, cavan trincheras muy rápido, hacen muchas líneas de defensa y tienen una gran cantidad de soldados”, afirma.

“A mí este trabajo no me gusta, pero es lo que hay. Nos han atacado y hay que defendernos”, razona.

La guerra no entiende de tiempos muertos.

Fuente: Sistema Integrado Digital

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