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Cómo la izquierda capitaliza la torpeza de la derecha en Brasil
Esta tercera gestión de Lula está condenada al fracaso, por el rumbo económico que su gobierno ya ha decidido. Lejos de darle la oportunidad de desviarse de la gestión, como sucedió con los hechos contra los tres poderes, la oposición y sus partidarios deben focalizarse en lo institucional.
Los mercados en Brasil reaccionaron pésimo, no solo ante el retorno de Luiz Inácio Lula da Silva, sino a las primeras manifestaciones de sus principales ministros vinculados al área económica. Sin embargo, aunque las críticas se recrudecen con el pasar de los días, el nuevo gobierno no acusa recibo y asegura que seguirá en la senda de la regulación de los mercados.
Sin embargo, el asalto a los tres poderes que ocurrió el domingo pasado, un manifestación que terminó siendo mostrada como un intento desenfrenado de golpe de Estado, terminó siendo una especie de bocanada aire para el izquierdista, que aprovechó para acercarse a los distintos espacios políticos, tomando como base un repudio generalizado que se dio en contra de esta manifestación que solo sirvió para contribuir con el fortalecimiento del discurso de los sectores que, en teoría, se están combatiendo.
El doble discurso en la política de la región genera una comprensible encrucijada de muchas personas y dirigentes políticos al momento de criticar un hecho concreto con el que uno no está de acuerdo, con el riesgo de “darle de comer” a los que se llenan la boca hablando de valores que ellos en el fondo desprecian. Es que, lamentablemente, estar en el juego democrático y republicano con esta izquierda populista hipócrita es participar de una partida de naipes con un tramposo. Sin embargo, lejos de seguirles la corriente y terminar cuestionando al sistema (como ellos quieren), la labor republicana y democrática requiere otra estrategia más inteligente.
Hoy, el nuevo gobierno del Brasil convulsionado, que goza de las mieles del apoyo del populismo regional, avanza a toda marcha contra muchas reformas que Jair Bolsonaro dejó a medio hacer. Claro que es en cierta manera injusto cuestionar a alguien que hizo mucho, como quitarles los recursos coercitivos a los sindicatos, de no haberlo hecho todo. Lo que es sencillamente imposible. El anterior gobierno de Brasil fue una de las raras excepciones de la democracia moderna de un avance en la dirección correcta. Habiendo hecho esta salvedad, es necesario tomar nota y pensar hacia el futuro.
Esta tercera gestión de Lula está condenada al fracaso, por el rumbo económico que su gobierno ya ha decidido. Lejos de darle la oportunidad de desviarse de la gestión, como sucedió con los hechos contra los tres poderes, la oposición y sus partidarios deben focalizarse en lo institucional.