Pese a que se ha disminuido el número de corridas de toros, Colombia sigue teniendo una actividad taurina constante en plazas de primera categoría como Cali y Manizales y en muchos municipios de provincia donde es una actividad tradicional que se realiza año tras año.
Los ganaderos del campo bravo colombiano no son ajenos a estas circunstancias adversas derivadas de la baja demanda de toros, pero siguen teniendo sus dehesas y criando toros con el objetivo de que se lidien.
“En este momento hay una sobreoferta de toros de casta por que ha mermado la demanda con la disminución de número de corridas. Hay muchos animales en los potreros y pocos festejos para lidiarlos”, comentó Juan Carlos Villegas, ganadero de reses bravas.
En el país hay 66 ganaderías de toros bravos, aunque apenas una docena de ellas lidian sus toros en las plazas famosas como Manizales, Cali, Bogotá y Medellín, estas dos últimas ciudades sin temporada desde hace varios años.
Al igual que ha sido siempre, se trata de una actividad que no es rentable y que nace y se mantiene más por hobby que por otras razones.
“Una ganadería no se tiene por ambición al dinero, sino por afición a la tauromaquia. Y ahora mucho más con las dificultades que atravesamos”, afirmó Miguel Gutiérrez Botero, ganadero de la Dehesa Ernesto Gutiérrez Arango, una de las más reconocidas del país.
Los precios de los toros al momento de venderse a una empresa taurina han disminuido entre 30% y 50% en los últimos 10 o 15 años, mientras los costos de la crianza siempre van al alza. El valor de un toro de lidia de cuatro años para una plaza de primera categoría oscila entre $8 y $10 millones. Hace 15 o 20 años llegaron a valer entre $15 y $20 millones.
En plazas de segunda y tercera categoría (poblaciones medianas y pueblos), el costo baja y dependiendo de varios factores se pueden pagar entre $3 y $5 millones por ejemplar.
Criar un toro para una plaza de primera categoría vale aproximadamente $7 millones. El ejemplar de lidia es un animal privilegiado que goza durante su vida de cuidados como los mejores pastos y servicios veterinarios. En su último año, requiere un aumento de concentrados que incrementan los gastos.
“Se necesitan 28 vacas, un semental, cuatro años de crianza y muchos gastos para sacar una corrida (siete toros) para una plaza de primera. No todos son machos, no todos nacen bien, no todos se crían, no todos logran las características necesarias”, explicó el ganadero Gutiérrez.
Se estima que el campo bravo colombiano tiene hoy en día unas 15.000 cabezas, aunque, tras la pandemia, varias ganaderías han cerrado y han enviado sus ejemplares al matadero.
Al año se lidian entre 120 y 150 toros en las plazas colombianas, en una industria que sigue generando empleo y ganancias para las ciudades y poblaciones donde se organizan ferias.
“Las ganaderías de bravo en Colombia emplean cerca de 500 familias, con unos empleos muy especializados y unas condiciones de vivienda muy cómodas y favorables”, afirmó Gutiérrez. Ya existen algunos ganaderos que practican la inseminación artificial.
Inseminación artificial
Aunque no es una práctica tan común en el momento, algunos ganaderos de toros bravos practican la inseminación artificial. Pero no hay un comercio establecido de semen o pajillas y no se manejan precios. Se trata de operaciones con los mismos sementales de las dehesas o intercambios y colaboraciones entre colegas.
El temperamento de los animales, el manejo de las castas y la tenencia de sementales en cada una, hacen que esta práctica no sea tan común en Colombia. En años anteriores con mayor comercio se importó semen de ganaderías españolas.
Fuente: agronegocios