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III Guerra Mundial

Ley inconveniente

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A estas alturas del partido ya estoy curado de espantos y por eso no me causan asombro ciertas propuestas legislativas del Centro Democrático, el grupo político que hoy en Colombia conjuga todos los verbos de la más extrema derecha.

Pero cuando observo algunas de las iniciativas parlamentarias de ese matiz ideológico, me sacude un estremecimiento de terror al descubrir que esa gente es la que pretende continuar al mando del Gobierno, en caso de triunfar en la puja presidencial de 2022, año al que Uribe le tiene puesto el ojo, y solicita que toda su fanaticada también lo mire.

El representante a la Cámara por el Valle del Cauca Christian Garcés y la senadora María Fernanda Cabal son promotores de un proyecto de ley por la cual se facilita que muchos colombianos puedan acceder al porte y tenencia de armas de fuego, debidamente amparadas con el respectivo salvoconducto. A ambos los escuché en un programa de RCN Radio y quedé perplejo pues no podía aceptar que estas dos figuras destacadas del uribismo fueran capaces de impulsar ese descomunal e inconveniente absurdo.

Si yo fuera guionista de película, escribiría la escena en la que ambos están en un elegante restaurante bogotano ‘craneando’ alguna infamia contra Juan Manuel Santos. En ese palique y antes de terminar la cena, cuatro hampones enmascarados entran al lugar armados hasta los dientes y empiezan a despojar a los clientes de sus pertenencias. Cabal y Garcés tienen, ella en su bolso Louis Vuitton y él en la pretina del pantalón de Ermenegildo Zegna sendas armas debidamente legalizadas Como hay que darles escarmiento a los bandidos, ambos sacan sus pistolas, ella una Walther, idéntica a las que portaban los jerarcas nazis, y nuestro paisano una hermosa Beretta italiana, una y otra de 9 milímetros, que es un proyectil que puede atravesar un riel.

Tan pronto los delincuentes ven la valiente reacción de este par de próceres, sueltan una ráfaga de sus revólveres Smith & Wesson. Los dos héroes de la patria se salvan de milagro, pero caen en la refriega 30 comensales. Fin de la película.

Porque la cosa no es tener el arma amparada al alcance de la mano. Es saberla disparar y eso implica un largo aprendizaje en los polígonos de tiro, con maestro en ese arte de dar en el blanco con la bala. Una dama o un caballero que en un semáforo sean abordados por un sujeto en moto que toca el vidrio del vehículo con el cañón del revólver, antes de que el uno o la otra saquen sus armas legalizadas, ya el ‘fierro’ del criminal deja sonar el disparo y ambos terminan en la morgue de Medicina Legal.

Colombia es un país violento por naturaleza. Lo que se debe adelantar es un desarme general para que haya menos crímenes causados con armas de fuego. Cuando los ladrones robaron de mi casa la pistola Browning que me regaló mi padre cuando fui nombrado juez y el revólver Colt que heredé de Gertrudis Potes, mi personaje inolvidable, me prometí no volver a tener ningún tipo de arma porque asumí que si llegare a disparar para librarme del bandido, no le doy a él sino a un transeúnte y me meten a la cárcel por homicidio culposo, y me toca contratar a Jaime Granados para que me saque.

Así que, respetados congresistas, dejen los santos quietos que el palo no está para cucharas, y dedíquense a convencer al país de que el gobierno de Duque es tan bueno que un copartidario de ustedes debe sucederlo. Quiero oír sus argumentos.

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