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Inversión de Valores

La muerte de un padre, las corridas de toros y mi mascota.

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Cuando los derechos de los animales sobrepasan los del hombre mismo Los mensajes de odio que siguieron a la muerte del torero Víctor Barrio, en la plaza de Teruel el pasado sábado, han despertado una creciente respuesta de condena. Este acontecimiento vuelve a traer a la vista los casos de odio animalista que han estado tan en boga últimamente (como el del gorila y el del león, entre otros) y saca a la luz a una corriente de intransigencia capaz de celebrar la muerte de un hombre y burlarse del duelo de su familia. Víctor Barrio tenía 29 años, deja viuda a Raquel Sanz y huérfano de padre a su hijo por nacer.Victor El animalismo es uno de los ismos de nuestro mundo. Como el ecologismo, el feminismo, el multiculturalismo o la ideología de género, el movimiento animalista persigue el cambio de las mentalidades como paso previo al cambio de sistema. Las ideas tienen la fuerza de un puño revolucionario capaz de relativizar el pensamiento y poner todas las verdades en «tela de juicio». ¿De qué le hablo? Basta con que le den unas cuantas vueltas a las redes sociales el fin de semana como para que se sorprendan con los comentarios tan llenos de odio y las celebraciones tan descabelladas por la muerte de un hombre. Basta con que miremos a nuestro alrededor la creciente moda de amor por nuestras mascotas, hasta el punto de darles atribuciones de ser humano, como casarme con ellas o llevarlas al spa y al psicólogo. Tal vez muchos estén en contra de las corridas de toros y del maltrato animal (y con justas razones), pero de ahí a alegrarse por la muerte de un torero y no tener compasión alguna por el sufrimiento de su familia, da para preguntarnos seriamente a dónde fue a parar nuestra escala de valores. ¿Es lo mismo la muerte de un animal que la muerte de un ser humano? Reformulando, ¿la vida de un animal vale más que la vida de un ser humano? Parece que en los últimos años esta idea se ha enquistado y ha encontrado un sitio muy cómodo dentro de nuestra sociedad cada vez más relativa. Es increíble cómo por un lado se puede reclamar la crueldad con la que se tratan y matan a los animales, y por el otro lado se celebre, con la misma crueldad que tanto se rechaza, la muerte de un ser humano. Animales y seres humanos podemos compartir aspectos biológicos similares, pero no somos lo mismo. El ser humano se caracteriza por tener voluntad, por tener una capacidad de entendimiento y sentimientos únicos, tiene libertad de elegir y un proyecto de vida personal. Hombres y animales somos distintos aunque parecidos en ciertas funciones biológicas. mascota© Pixabay.com Poner a los animales en el mismo lugar que el hombre, nos da como resultado una naturaleza desdibujada. De pronto empezamos a ver animales que gozan con derechos mayores que los del mismo ser humano, mascotas con presupuestos con los que se podrían alimentar a varias personas necesitadas, niños a los que se les enseña que si desea ser un animal podrá serlo, que está bien alegrarse, celebrar y justificar la muerte (y por qué no el asesinato entonces) de un ser humano si es que este ha hecho daño a un animal. Se enseña que es aceptable el escándalo que producen las corridas de toros pero no el aborto de un niño en el vientre de su madre. Da para pensar y conversar sobre este tema ampliamente. Dios creó el universo y puso al hombre como Señor de la creación, le dió el encargo de cuidarla y administrarla. Los invito a revisar los numerales 2415 al 2418 del CIC para entender un poco mejor de qué se trata este cuidado y administración. El Papa Francisco en su encíclica Laudato Si, nos explica sobre la crueldad en el corazón del hombre, una crueldad que va más allá del maltrato animal, que llega a considerar como normal el maltrato entre nosotros los seres humanos: «Por otra parte, cuando el corazón está auténticamente abierto a una comunión universal, nada ni nadie está excluido de esa fraternidad. Por consiguiente, también es verdad que la indiferencia o la crueldad ante las demás criaturas de este mundo siempre terminan trasladándose de algún modo al trato que damos a otros seres humanos. El corazón es uno solo, y la misma miseria que lleva a maltratar a un animal no tarda en manifestarse en la relación con las demás personas. Todo ensañamiento con cualquier criatura «es contrario a la dignidad humana». Como cristianos debemos aprender a tener una mentalidad crítica y atenta frente a estos «relativismos invisibles» que esconden una seria intención del cambio de nuestra forma de pensar a una conciencia más «tolerante» y menos ajustada a la Verdad.]]>

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