Internacional
La liga de la hiedra venenosa
Las instituciones educativas y su oferta de programas académicos, crecía de la mano del desarrollo económico de las naciones que, en el caso particular de la formación universitaria, estaba determinada por los requerimientos de mano de obra de la economía. El aparato productivo creaba las necesidades que eran atendidas por las universidades.
Aunque en las universidades empezaron a aparecer programas académicos inútiles para las necesidades reales del aparato productivo, los que se matricularon en esas carreras impertinentes, pertenecían a familias adineradas que no necesitaban trabajar porque eran jóvenes herederos que podían vivir de los dividendos generados por la empresa familiar. Se trataba de algo marginal, sin impacto negativo en el mercado laboral.
Los profesores, enseñaban ad honorem, porque se trataba de profesionales expertos que contaban con solvencia económica, fruto de su trabajo en los asuntos propios de la materia que dictaban. Los mejores en su oficio, maestros que compartían su conocimiento y experiencia, sin esperar retribución alguna por hacerlo y, los que cobraban, lo hacían por una cifra simbólica. El costo de las matrículas estaba determinado por los costos básicos de operación de la universidad.
La narrativa de la inclusión, la equidad, la igualdad, lo políticamente correcto y todos esos conceptos creadores de fallas en el mercado, le abrieron las puertas a los que tenían para pagar la matrícula, pero no contaban con las bases conceptuales para acceder a la educación superior. Y, también, recibieron a los que no tenían para pagar y tenían un pésimo nivel educativo por haber sido formados por los profesores miembros del sindicato.
Fuente: Panampost.com