El presidente socialista Andrés Manuel López Obrador, durante al menos los primeros tres años de su sexenio (2018-2024), en todo momento quiso vender la idea de que estaba alineado plenamente con Estados Unidos, de forma estructural y en diversas dimensiones: geopolítica, económica y cultural.
Si bien en un primer momento tardó en reconocer el supuesto triunfo de Joe Biden en las urnas, y fue de facto uno de los últimos mandatarios en finalmente aceptar que éste sería presidente de Estados Unidos, luego su equipo internacional fue influyéndolo para que se acercara a lo que ideológicamente tenía mayor afinidad con él, es decir, el Partido Demócrata, Joe Biden, y su agenda de supremacismo progresista: ideología de género, aborto a rajatabla, supremacismo negro, infancias trans, adoctrinamiento socialista y sexual desde los estudios básicos, mega asistencialismo y migración sin control.
Inclusive en noviembre de 2021, cuando se celebró en México la “Cumbre de líderes de América de Norte”, conocida como la “cumbre de los tres amigos”, aludiendo a López, Biden y al hiper progresista Justin Trudeau, el mexicano sostuvo un discurso que, bajo la luz de la narrativa izquierdista latinoamericana, sonaría como la de un traidor.
Propuso López Obrador en ese momento integrar un bloque duro americano, que habría que entender integrado no sólo por estos tres países del norte, sino por quizá todos los del continente, para frenar la creciente hegemonía de China lo más pronto posible, porque si se dejaba crecer, en unas décadas más habría el riesgo de que la tensión desembocara en una solución militar de consecuencias terribles. A ese nivel se pintaba el compromiso de López Obrador con Estados Unidos.
Recordemos un poco lo que dijo AMLO en aquella cumbre donde fue anfitrión, e incluso dio a entender que México estaba totalmente del lado de EEUU, al grado de que en México se fabricaban partes para satisfacer a la industria militar del país de las barras y las estrellas.
“Es una paradoja que haya tanto circulante en América del Norte y los puertos del Pacífico estén saturados de mercancías procedentes de Asia. Agréguese el impacto inflacionario que eso acarrea. ¿Por qué no podemos producir en América del Norte lo que consumimos? Claro que sí. Es asunto de definición y de estrategia económica regional”, planteó, sin esconder su actuada molestia contra China.
Pero luego mencionó a China al menos en cuatro ocasiones, no hablando muy halagadoramente del Dragón Rojo, cabeza de Eurasia.
Y su discurso siguió así, en lo que quiso ser un desplante de globalismo occidental contrario a la hegemonía económica global del Partido Comunista de China (PCCh):
“La integración económica, con respeto a nuestras soberanías, es el mejor instrumento para hacer frente a la competencia derivada del crecimiento de otras regiones del mundo, en particular, la expansión productiva y comercial de China. No olvidemos que mientras Canadá, Estados Unidos y México representamos el 13 por ciento del mercado mundial; China domina el 14.4 por ciento. Y este desnivel viene de hace apenas 30 años, pues en 1990, la participación de China era de 1.7 por ciento y la de América del Norte del 16 por ciento. De mantenerse la tendencia de la última década, en otros 30 años, para el 2051, China tendría el dominio del 42 por ciento del mercado mundial y nosotros, Estados Unidos, México y Canadá nos quedaríamos con el 12 por ciento; lo cual, además de ser una desproporción inaceptable en el terreno económico, mantendría viva la tentación de apostar a resolver esta disparidad con el uso de la fuerza, lo cual nos pondría en peligro a todos. Por eso, lo mejor, lo más conveniente, es fortalecer nuestras economías, fortalecernos comercialmente en América del Norte y en todo el continente”.
Pese estos episodios de cordialidad y discurso de integrismo norteamericano contra China, AMLO ha tenido una larga serie de desavenencias con autoridades y liderazgos norteamericanos, a veces por cuestiones comerciales, y otras más a menudo, porque no le gusta que los norteamericanos se metan en “asuntos mexicanos”, lo cual es interpretado como que cobija a delincuentes, a los cárteles más exactamente.
Dan Crenshaw, quien es un exmilitar y senador por Texas, de plano cuestionó recientemente a López Obrador así: “Todo lo que queremos es enfrentarnos finalmente a los poderosos elementos criminales que aterrorizan al pueblo mexicano, sobornan y amenazan a los políticos mexicanos y envenenan a los estadounidenses ¿Está en contra de eso, señor presidente? ¿A quién representas? ¿Los cárteles o el pueblo?”
Y es que López Obrador no actúa con determinación contra el crimen que carcome a México. Ya los jesuítas y la poderosa Conferencia del Episcopado de México (CEM) coincidieron y ha dicho públicamente que en este país hay zonas donde no gobierna el Estado, sino, entonces, el crimen. Por no decir los cárteles, más concretamente. Dicho sea de paso, México es más peligroso que Nicaragua para ejercer como sacerdote católico; en esta administración, han matado a siete padres ya.
Hay ciertas claves para quienes saben leer entre líneas. Por ejemplo, cuando López Obrador amagó con prohibir la actuación de la DEA en México, tras el episodio en el que fue detenido el General Salvador Cienfuegos -quien fuera secretario de la defensa en el sexenio previo-, en Estados Unidos, a mitades de octubre de 2020, y que fue liberado posteriormente, como por arte de magia. En enero de 2021, el mandatario acuso directamente a la DEA de fabricar delitos contra Cienfuegos.
El 9 de marzo de 2023, López contestó a los republicanos de EE.UU. que “a México se le respeta, no somos una colonia de Estados Unidos”, cuando éstos propusieron acciones conjuntas para combatir al narco, en las que pudiera participar en territorio mexicano, el Ejército de EE.UU., de la mano de las autoridades mexicanas.
Esto ocurrió en el contexto del secuestro de cuatro estadounidenses en Matamoros, Tamaulipas, estado norteño y fronterizo, en el que dos de ellos fueron asesinados a manos, presuntamente, de un cártel local. México no es “un protectorado de Estados Unidos ni una colonia de Estados Unidos. México es un país libre, independiente, soberano. No recibimos órdenes de nadie”, dijo AMLO.
Este 17 de abril de 2023 el mandatario socialista, calificó como una “intromisión abusiva” que la DEA se haya infiltrado al interior de los cárteles mexicanos. Y quiso descalificar a esa agencia alegando que a su representante en México lo quitaron cuando se supo que mantuvo supuestas relaciones cercanas con capos de la droga.
Un día más tarde, acusó al Pentágono de espionaje: “Acerca de la inteligencia, tenemos que cuidar nuestra información por seguridad nacional. Vamos a cuidar la información de Marina y Sedena (Secretaría de la Defensa Nacional) porque estamos siendo objeto de espionaje del Pentágono y a muchos medios de México se les está entregando información de la DEA”.
AMLO envío el 4 de abril de 2023 una carta en la que pidió apoyo a China para combatir el tráfico ilegal de fentanilo desde su país. Esto, claro, para intentar aplacar las muchas y crecientes críticas de los republicanos de EE.UU., de que no hace lo suficiente, o no hace nada, para combatir a los cárteles de la droga mexicanos, que estarían no sólo introduciendo fentanilo en EE.UU., sino también ya produciéndolo.
Mao Ning, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de China, le respondió lacónicamente así: “No existe el llamado tráfico ilegal de fentanilo” entre China y México. A lo que López Obrador contestó: “Si no se produce fentanilo en China, ¿entonces dónde?
Días después, por algo, López Obrador puso sobre la mesa que los médicos de todo el país estudiaran la opción de dejar de usar fentanilo legal para cualquier tratamiento, y que buscaran otra sustancia. A lo que los anestesiólogos respondieron con sorna, porque el fentanilo es la base de toda anestesia actualmente. Con esto, sin embargo, el tabasqueño dejó entrever de dónde vendrían las fugas de esa droga: del mercado “legal”, algo que coincidiría con la respuesta del portavoz chino.
López “se envolvió” este 21 de abril en la bandera como el niño héroe Juan Escutia y dijo que no sólo los soldados de las Fuerzas Armadas defenderían la patria, sino todos los mexicanos, como si ya estuviéramos en guerra con otro país, sin decir abiertamente Estados Unidos.
“En el caso de que se requiera defender el territorio, defender nuestra soberanía, no debemos de olvidar que ya, como lo mencionó el almirante Ojeda, son otros tiempos. México tiene mucha autoridad moral, tiene el respaldo de la mayoría de las naciones del mundo y cuenta con la fuerza de la razón y cuenta con la fuerza del pueblo, con la fuerza de la opinión pública. Ningún gobierno extranjero se atrevería a poner un pie en nuestro territorio. De todas maneras, si lo hicieran, no van a defender a México sólo los marinos y los soldados, vamos a defender a México todos los mexicanos”.
Dicho de otra forma, el mandatario socialista ha pasado de un discurso de integrismo norteamericano, anti China, a uno contra los Estados Unidos, en el que de manera delirante echa mano de todos los mexicanos como si estuviéramos a su servicio, aún cuando cada día crece más el poderío de los cárteles del narco. Y esa parte de su discurso en la que subraya que tiene apoyo de la mayoría de las naciones de mundo, suena como un eufemismo para decir que cuenta con el respaldo de China y de Rusia, si Estados Unidos quisiera actuar dentro de México para combatir a los cárteles que tanto daño hacen en este país, como en el suyo.
Piensa López Obrador que la soberanía se pierde con extranjeros, que entran al país, pero cierra los ojos ante la verdadera pérdida de soberanía, que se da al interior de México, ante las propias fuerzas de facto, que son los cárteles multimillonarios.
“Abrazos, no balazos”, su fracasada política de seguridad. Bravo contra sus socios comerciales, que quieren ayudarle a recuperar la soberanía lastimada por el crimen organizado, pero muy manso ante los enemigos internos.
A nivel geoestratégico, el hecho es que los cárteles mexicanos que contrabandean fentanilo a Estados Unidos, e incluso ya lo producirían en México, se han alineado del lado del Dragón Rojo, a quien le conviene que la población de Estados Unidos se diezme cada año en 100.000 muertos por este peligroso opiáceo. Y si AMLO no mueve un dedo, o no hace lo suficiente para combatir este apocalipsis fisiológico que hinca poco a poco a su vecino del norte, es que de facto también ya opera para los intereses de la hegemonía del comunismo chino.
Fuente: Panampost