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Sacos terreros y clases a distancia contra los invasores

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Voluntarios colocan sacos terreros para proteger varias esculturas en la plaza Mykhailivska de Kiev

Mientras las delegaciones de Ucrania y Rusia se dan cita en Turquía para seguir con el proceso negociador, un grupo de voluntarios llena sacos con arena en la plaza Mykhailivska de Kiev y comienzan a apilarlos en torno al monumento de la princesa Olga. El Departamento de Conservación de Bienes Artísticos del ayuntamiento trabaja contra reloj para proteger los monumentos más importantes de una ciudad que es monumental y cuenta con un ejército de voluntarios que trabaja de 7 de la mañana a 8 de la tarde, las horas en las que no hay toque de queda.

«La princesa Olga es una de las figuras clave de nuestra historia. Ella fue la primera mujer que llegó al poder y alcanzó

el nivel de santa en nuestra Iglesia», comenta Boris, un joven abogado que en su vida había hecho un trabajo físico y ahora le duelen las manos de tanto cargar sacos por lo que hace un receso a la espera de que le traigan unos guantes. Boris, como el resto de voluntarios a los pies de la princesa, no quiere oír hablar de una negociación con Rusia porque «no se puede confiar en su palabra, hasta que no retiren todas sus tropas de Ucrania no deberíamos tener un diálogo de este tipo».

«La princesa Olga es una de las figuras clave de nuestra historia. Ella fue la primera mujer que llegó al poder y alcanzó el nivel de santa en nuestra Iglesia», comenta Boris

Las negociaciones en Turquía ahora, como las de Bielorrusia antes, quedan muy lejos del ánimo de una población que se prepara para una guerra larga. No escuchan las palabras de Rusia, escuchan los bombardeos, duros en las últimas 48 horas al norte de Kiev, y cargan saco tras saco para que los monumentos sufran el mínimo impacto en caso de bombardeo.

El alcalde de la vecina Irpín anunció la «liberación» de esta ciudad a las puertas de Kiev sacudida por los combates… pero esta noticia tampoco alteró los planes de voluntarios como Boris ya que «puede que los rusos pierdan terreno y estén un paso más lejos de Kiev, pero volverán». Trabajan bajo el sol y al ritmo de la sirena antiaérea, que se mezcla con las campanas del monasterio de San Miguel.

Otros dos voluntarios protegen las esculturas de Cirilo y Metodio
Otros dos voluntarios protegen las esculturas de Cirilo y Metodio 

Educación a distancia

Las calles de la capital son una sucesión de escaparates vacíos y persianas metálicas cerradas. Solo algunos supermercados y farmacias abren con un horario reducido, hasta las cinco de la tarde, y se sabe perfectamente cuáles son porque se forman colas a sus puertas. No hay desabastecimiento, pero hay que tomarse con paciencia la compra y saber elegir los lugares donde encontrar pan tierno, huevos o carne. El pescado fresco, que antes llegaba importado, es historia y el alcohol también, en este caso porque sigue en vigor la ley seca impuesta por las autoridades desde el estallido de la guerra.

Imposible hablar de normalidad en medio de la incertidumbre que se ha instaurado en la vida de los kievitas, pero las autoridades tratan de adoptar medidas que ayuden a la población a seguir adelante. Las escuelas de primera y secundaria retomaron las clases a distancia con el objetivo de «distraer a los niños de la guerra» y darles «apoyo psicológico», según el responsable de la administración local, Valentyn Mondryivsky. Se ha pedido a los profesores que no carguen con demasiado trabajo a los estudiantes para no añadir más ansiedad a su situación.

«Contamos con la experiencia previa de la pandemia y con un programa propio de educación a distancia desarrollado por la universidad. Estamos preparados», dice Yuliia Pidipryhora

Las universidades ya llevan varios días operativas a distancia como es el caso de la Borys Grinchenko donde imparte lecciones Yuliia Pidipryhora. Licenciada en Filología española, Pidipryhora tiene más de ochenta alumnos que debido a la guerra están repartidos entre poblaciones del oeste de Ucrania, la zona del país alejada de los combates, Polonia, Italia o España. «La invasión rusa nos obligó a parar del todo durante dos semanas, pero después ya empezamos a preparar la vuelta a la educación a distancia. Contamos con la experiencia previa de la pandemia y con un programa propio de educación a distancia desarrollado por la universidad. Estamos preparados», afirma esta profesora que no piensa abandonar Kiev porque «me siento protegida por mi ejército y no tengo por qué someterme a los caprichos de un dirigente loco».

Como ocurre con los voluntarios que trabajan para blindar con sacos terreros a la princesa Olga en la plaza Mykhailivska, Pidipryhora tampoco confía en una negociación con Rusia y piensa que «no han podido llegar a Kiev en 33 días, pero no tengo dudas de que volverán a intentarlo, volverán a atacar con todas sus fuerzas». La unidad de los ucranianos para hacer frente a los invasores es proporcional a la desconfianza en la palabra de Moscú y por eso cada día que pasa es un día más de preparación para cuando la guerra llegue a estas calles. Llegado el momento, la princesa Olga seguirá en pie y los kievitas piensan que les protegerá, como ellos han hecho con su estatua.

Fuente: Sistema integrado digital

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