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Internacional

Manifiesto que algunos quisieran olvidar

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Por: Luis Enrique Alcalá | May 13, 2011 Es muy referido, en la crónica política venezolana de los últimos años, el episodio de la “coronación” de Carlos Andrés Pérez al inicio de su segundo y peor gobierno: el acto principal en el Teatro Teresa Carreño y las actividades periféricas de visitas y agasajos menores. Tampoco es desconocido que la estrella de los visitantes extranjeros que vinieron al país en esa ocasión fue Fidel Castro. Por estos días, el general Carlos Julio Peñaloza asegura que Castro trajo un contrabando de armas para alimentar el “Caracazo” que se desataría poco después. Peñaloza—como quienes aseguraban hasta la semana pasada que Barack Obama no había nacido en los EEUU y ahora se han mudado a la tesis de que bin Laden no está muerto—disfruta una buena teoría de conspiración pero, por muy activo que se haya mostrado últimamente (¿qué andará buscando?), no ha aportado la más mínima prueba de esa aseveración, y sobre cosa de tanta monta conviene tenerla. Un participante local en el real sarao, más bien menor, era Hugo Chávez, entonces en servicio militar activo. Éste confesó el 13 de enero de 2009, en la Asamblea Nacional y sin que viniera al caso o se lo hubieran pedido, que el día de la toma de posesión de Pérez procuró exhibirse como uno de sus más calurosos partidarios. En Carácter del reo (Carta Semanal #319 de doctorpolítico, 12 de febrero de 2009) referí esto último de la siguiente manera: El 13 de enero de este año todavía incipiente, Chávez torturaba a los televidentes venezolanos con una alocución de más de siete horas y media desde la Asamblea Nacional. Se trataba de su informe de gestión al concluir el ejercicio de 2008, al que convirtió en panegírico de los diez años que ya lleva en el poder, que asumió por vez primera el 2 de febrero de 1999. Entre los asistentes que no pudieron despegarse de sus asientos estaban, como es natural, los diputados mismos y las barras convocadas para el apoyo ruidoso y borreguil, pero también sufrieron el excesivo y autobiográfico abuso los miembros del cuerpo diplomático acreditado en el país. Entre otras barbaridades, éstos debieron escuchar la explicación acerca de cómo el presidente Chávez mentía, por propia admisión, una veintena de años atrás. En efecto, en uno de sus peculiares recuentos históricos, el recuerdo de Hugo Chávez regresó a febrero de 1989, cuando Carlos Andrés Pérez asumía por segunda vez la Presidencia de la República. Chávez aludió específicamente al acto de toma de posesión de Pérez en el Teatro Teresa Carreño, el fastuoso acto que mereció el cognomento de “coronación” e irritó a una población muy exigida, a la que días después se le aumentaría el precio de la leche y el pan, y el del transporte público al producirse el aumento del precio de la gasolina; a esa población que reaccionaría airada con el “Caracazo” del 27 y 28 de febrero de ese año. Recordó Chávez, incluso, que Fidel Castro, su “padre”, estaba entre los circunstantes que aplaudían a Pérez. Entonces, el Presidente de la República contó a quienes apenas comenzaban la sufriente audición, y a quienes en ese momento lo veían y escuchaban por radio o televisión, cómo es que él era quien aplaudía más frenéticamente, aunque por supuesto conspiraba ya activamente, para que se le tuviera por persona afecta al régimen. Esta confesión la expuso con orgullo satisfecho, como si el engaño fuera travesura meritoria, inmoralidad necesaria a la revolución que todo lo absuelve. La presencia de Fidel Castro fue, en esa oportunidad, muy importante para algunos. Casi un millar de trabajadores intelectuales del país, la mayoría de ellos ligada a la Universidad Central de Venezuela, se retrató en grupo con su firma al pie de un manifiesto que lo declaraba “entrañable referencia”. El texto fue publicado en el diario El Nacional el 1° de febrero de 1989 y cuarenta y ocho horas más tarde en el diario 2001. Resulta muy interesante repasar esa nómina de admiradores, en la que ciertos nombres son los esperados; otros, en cambio, pescuecean hoy para ser aplaudidos como heroicos combatientes del chavo-castrismo. Una de esas firmas elogiosas del déspota cubano esperó dieciséis años para escribir en 2005: “…las fotografías del presidente Hugo Chávez con Fidel Castro producen esa terrible desazón porque son el emblema del descaro con que el gobierno autoritario de Venezuela procura y paga a precio de oro una intervención extranjera, que, encima, lleva la marca de una dictadura ferozmente represiva, sanguinaria y empobrecedora…” (Milagros Socorro. Ya Castro no le parece tan entrañable). Para combatir el olvido que convendría a quienes hubieran debido contentarse mucho con el “socialismo del siglo XXI”, he aquí, de seguidas, el texto del muy miope manifiesto y la nómina, en orden alfabético de apellidos, de ese club pretencioso en el que no faltan inconsistentes, tal vez postizos, falsos antichavistas de ahora. LEA.MANIFIESTO DE BIENVENIDA A FIDEL CASTRO Nosotros, intelectuales y artistas venezolanos al saludar su visita a nuestro país, queremos expresarle públicamente nuestro respeto hacia lo que usted, como conductor fundamental de la Revolución Cubana, ha logrado en favor de la dignidad de su pueblo y, en consecuencia, de toda América Latina. En esta hora dramática del Continente, sólo la ceguera ideológica puede negar el lugar que ocupa el proceso que usted representa en la historia de la liberación de nuestros pueblos. Hace treinta años vino usted a Venezuela, inmediatamente después de una victoria ejemplar sobre la tiranía, la corrupción y el vasallaje. Entonces fue recibido por nuestro pueblo como sólo se agasaja a un héroe que encarna y simboliza el ideal colectivo. Hoy, desde el seno de ese mismo pueblo, afirmamos que Fidel Castro, en medio de los terribles avatares que ha enfrentado la transformación social por él liderizada y de los nuevos desafíos que implica su propio avance colectivo, continúa siendo una entrañable referencia en lo hondo de nuestra esperanza, la de construir una América Latina justa, independiente y solidaria.]]>

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