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Jersón: bajo el agua y la lluvia de proyectiles rusos
La mañana del 6 de junio de 2023, el mundo se enteró de la destrucción de la central hidroeléctrica de Kajovka, construida a fines de la década de 1950. El lugar ha estado en manos de las tropas rusas desde el comienzo de la invasión de Ucrania en febrero de 2022.
Según Kiev, la presa fue volada la noche del 5 de junio y la planta quedó destruida. El nivel del agua en el embalse comenzó a descender rápidamente, mientras las áreas circundantes y río abajo quedaron inundadas, al igual que la ciudad de Jersón. Un corresponsal de DW relata lo que tuvo que vivir en los días posteriores a la destrucción de Kajovka.
Mañana del 7 de junio
Decenas de atónitos habitantes de Jersón se paran bajo el memorial de la Segunda Guerra Mundial y ven cómo unos gigantescos álamos son arrastrados por el caudal del río Dnipro. Los tramos inferiores de las escaleras de granito del monumento ya están cubiertos por el agua, que no deja de subir de nivel. Los rostros de estas personas, que ya sobrevivieron a ocho meses de ocupación rusa y medio año de bombardeos, muestran confusión e incredulidad: nadie, nunca, había visto algo como lo que está ocurriendo.
Maksym, un hombre de unos 40 años, dice que la destrucción de la represa no es algo de lo que no se haya hablado en Jersón. «La última vez que hubo pánico fue antes del año 2000, cuando se creía que las computadoras fallarían por el cambio de año y se temía que llegara un tsunami desde la presa», cuenta. Este hombre revela que ahora hospeda a un colega cuya casa se había inundado el día anterior.
Ihor, que está en el lugar con su madre, accede a llevarnos por unos estrechos caminos hasta el barrio donde está su casa, cuyo techo es lo único que sobresale del agua. «Mami, justo ayer regaste los tomates», bromea el joven. El agua seguirá subiendo hasta cubrir todas las casas, pero su familia no tiene previsto abandonar el lugar.
Tres kilómetros río abajo, los vecinos de la calle Vorontsovska quedaron atrapados en la mañana. Durante la noche, la línea de la costa se «movió» 500 metros tierra adentro, inundando hasta el segundo piso, e incluso más arriba en algunos lugares, varias cuadras llenas de edificios de apartamentos.
Tarde del 7 de junio
Rescatistas, policías, soldados, periodistas y voluntarios llegados de todo el país se reúnen en la nueva «orilla» de Jersón. Las personas deben ser rescatadas de los edificios y varios botes de goma sirven para sacarlos de áticos y ventanas. Algunos son rescatados apenas en calzoncillos. Da un poco igual. Aparte de documentos y dinero, no se les permite llevar mucho más.
Mañana del 8 de junio
El agua subió unos metros más, pero no alcanzó aún a inundar por completo las partes más altas de la ciudad. Sin embargo, el distrito conocido como Isla o Korabel quedó casi por completo bajo las aguas. La evacuación de los pocos residentes que siguen allí tras más de seis meses de inclemente bombardeo de los invasores comenzó con las primeras noticias de la destrucción de la presa. Al tercer día, los rescatistas ya solo sacan animales de las casas.
Mediodía del 8 de junio
El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, llega a Jersón. Tras reunirse con rescatistas y militares, llega a la ya inundada plaza Korabelna. Desde allí hay un puente al distrito de Isla, pero ahora no sirve de nada y solo un bote puede hacer esa ruta. Unas pocas cuadras hacia el norte, encontramos un bote inflable abandonado junto a unos colegas. En él recorremos un barrio donde vemos jardines inundados y tiendas de comestibles de las que solo se ve un letrero. Ya no quedan vecinos aquí.
Tarde del 8 de junio
De pronto, empiezan a silbar los proyectiles. La plaza Korabelna está siendo bombardeada desde la orilla controlada por los invasores. Es difícil explicar la lógica de este ataque. El presidente ucraniano abandonó el lugar hace más de una hora y las operaciones de evacuación están en curso, así que los objetivos son rescatistas, policías y periodistas. Después de varias explosiones, nueve personas resultaron heridas, incluido un voluntario alemán.
Junto a dos colegas nos aferramos a unos cables para que la corriente no se lleve nuestro bote, que intentamos estacionar junto a la pared de un edificio. Uno de los proyectiles golpea en una casa -por suerte vacía- que está a 30 metros de nosotros. Tras esperar un tiempo prudente después de que callaran las armas, remamos con doble ímpetu hacia la orilla.
Noche del 8 de junio
El nivel de las aguas deja de aumentar.
9 de junio
Los bombardeos continúan pese a las expresiones de preocupación de la ONU y organizaciones humanitarias. Según imágenes satelitales e información entregada por habitantes de la orilla izquierda del río, la inundación obligó a los invasores a alejarse. Sin embargo, Jersón sigue estando al alcance de la artillería y los blancos civiles son cada vez más comunes. Ese mismo día, un proyectil impactó en una escuela y otro en el techo de un edificio de nueve pisos.
La inundación obliga a los soldados ucranianos a avanzar cautelosamente por las aguas hasta llegar al lado izquierdo. Primero a la ciudad de Oleshky, que quedó casi totalmente inundada. Videos divulgados en redes sociales muestran a los vecinos sentados en los techos de sus viviendas, esperando ayuda. Grupos de rescatistas intentan llegar hasta allá desde Jersón a bordo de botes pesados, porque los más ligeros son arrastrados por la corriente.
Pero surge otro problema: el río arrastra minas que los militares sembraron para proteger los accesos a sus posiciones. Tras los primeros reportes de lanchas afectadas por explosiones, las fuerzas armadas buscan limitar la navegación o al menos poner orden en esta flotilla de rescatistas.
El nivel del agua comienza a descender. Sin embargo, no llegará a los niveles previos a la destrucción de la presa, por lo que será necesario bombearla para sacarla de las casas anegadas. «Bombas extractoras y pastillas purificadoras de agua», dice escuetamente un texto del centro humanitario local sobre las necesidades más urgentes para la ciudad en los próximos meses.
(dzc/rr)