Aquellas antiguas misas en las que el sacerdote las oficiaba de espaldas a los fieles, mirando al altar y en latín aún siguen existiendo. En Jerez se celebra todos los días en la capilla de los Remedios situada en el centro de la ciudad junto a la Puerta Real. Esta celebración se lleva a cabo bajo el ritual romano tradicional o, como más comúnmente se la conoce, por el rito tridentino, es decir, el que se estableció en el Concilio celebrado en la ciudad italiana de Trento en 1545.
Estas misas vuelven a ser objeto de controversia en el seno de la Iglesia ante la próxima publicación del libro En buena fe del cardenal alemán Gerhard Müller, que fue secretario personal de Benedicto XVI; la publicación verá la luz a finales de mes cuando está reciente el fallecimiento del Papa emérito. Müller afirma en una entrevista promocional de su libro que restringir las misas en latín es una «imprudencia».
«Las restricciones del Papa Francisco a la misa en latín ha sido una imprudencia. Sugiero al Pontífice que esté más atento a todas las sensibilidades dentro de la Iglesia, incluso a las más alejadas de la suya», ha señalado el cardenal en esa entrevista.
Las misas en latín fueron restringidas, antes, por san Juan Pablo II. Tras sucederle Benedicto XVI, retiró las limitaciones y ahora el Papa Francisco ha vuelto a la política de Karol Wojtyła; solo se pueden oficiar con permiso episcopal.
Entre tanto este discurso o dialéctica se somete en las alturas eclesiales, en Jerez pervive la celebración diaria de una misa por el rito tradicional. Fue un grupo de jerezanos los que en 2016 empezaron moverse interesados en recuperar en la ciudad la misa tridentina.
Tras permitirlo el obispo Mazuelos, se estableció un día por semana en San Juan de los Caballeros. Después pasó a San Marcos y definitivamente, desde hace año y medio, se estableció en los Remedios.
Pablo Pomar Rodil, doctor en Historia del Arte y profesor Universidad de Cádiz, fue uno de los impulsores de esta iniciativa que entiende que la medida de coartar esta inquietud no es positiva: «Deja afuera a gente que no hace nada malo».
Para Pomar, la misa tradicional “expresa de una forma perfecta el sentido de la misa como sacrificio; la dirección del sacerdote hacia al altar expresa que se está dirigiendo a Dios, tiene un sentido de mayor sacralidad”, y argumenta que “nos conecta con las generaciones precedentes, hacemos lo mismo que nuestros padres, abuelos… eso tiene un valor superlativo, es el sentido de la tradición”.
¿Qué poder de atracción tiene hoy en día una misa de espaldas y en latín que casi nadie es capaz de seguir y tan alejada del ritual actual? Sobre esta cuestión Pomar responde que “una cosa que llama la atención es que la media de edad de los asistentes es baja o sea va bastante gente joven que obviamente no sabe latín como casi todos”.
Ante esto pone el ejemplo de lo que sucede en los conciertos de cantantes extranjeros que los hacen en diferentes idiomas, “que sin embargo, son capaces de llegar al público, que repite y canta las letras, por lo que se produce una identificación que va más allá de la comprensión literal”.