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Con Petro en Colombia, ¿se consolida un nuevo giro a la izquierda en América Latina?
El triunfo de Gustavo Petro en Colombia, un país tradicionalmente conservador, llega con una posible nueva ola de gobiernos con tendencia izquierdista en la región. Si bien las últimas elecciones latinoamericanas han evidenciado el éxito de candidatos de corte progresista, los gobernantes, aunados bajo una generosa definición de izquierda, presentan diferencias en sus modelos y enfrentan realidades muy diversas, que reducen sus márgenes de maniobra.
La llegada de Gustavo Petro a la Presidencia de Colombia volvió a poner la lupa en un fenómeno reciente en América Latina: un nuevo giro de los electores hacia gobiernos con tendencia de izquierda.
Esta nueva ola inició con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en México, en 2018. Y detrás de él se fueron sumando Alberto Fernández (2019) en Argentina, Luis Abinader (2020) en República Dominicana, Luis Arce (2020) en Bolivia, Pedro Castillo (2021) en Perú, Xiomara Castro (2021) en Honduras y Gabriel Boric (2021) en Chile. El panorama podría ampliarse a finales de 2022 si Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva se impone en las elecciones presidenciales de Brasil.
Ahora bien, el paraguas ideológico de izquierda que reúne a estos mandatarios es muy amplio y heterogéneo y la generosa etiqueta corre riesgo de soslayar las realidades diferentes de cada país.
Si durante los 2000, la ola de gobiernos latinoamericanos de izquierda con exponentes como Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales o el propio Lula da Silva marcó un cambio de paradigma e instaló la idea de una posible cooperación regional bajo el concepto de la ‘Patria Grande’, este nuevo auge de la izquierda parece mostrarse menos como un eje transversal y más como respuestas particulares de las sociedades frente a la élite política tradicional y la falta de soluciones a problemas estructurales como la corrupción, la pobreza y la desigualdad. Todo esto agravado por una pandemia que llevó a América Latina a índices del siglo pasado.
Petro y Boric, dos líderes que se abrieron paso con la protesta social
En un artículo publicado en marzo por el sitio Latinoamérica 21, Diego Raus, analista político argentino, se preguntó qué izquierda es la que está ganando terreno en América Latina. Sobre esto destacó «la evidente heterogeneidad de su naturaleza y sus objetivos programáticos».
En esta diferenciación, varios analistas coinciden en agrupar a Petro y Boric como referentes de una izquierda con tintes socialdemócratas, que no embandera discursos anticapitalistas y que, sobre todo, surgen como líderes en respuesta a las demandas sociales que dejaron las olas de protestas en Chile y Colombia entre 2019 y 2020.
En diálogo con France 24, Patricio Zamorano, director del Consejo de Asuntos Hemisféricos de Washington D. C., recalcó que estos dos países «son muy similares, con niveles de desigualdad crónicos y de pobreza bastante importantes».
«(El triunfo de Petro) dice mucho sobre que el modelo capitalista y puramente neoliberal fracasó», resaltó, y a la vez agregó que «es un voto de censura contra las políticas más conservadoras de las últimas décadas».
Para la periodista chilena Paola Martínez Infante, «los movimientos sociales son un denominador común» a la hora de esbozar un perfil de la nueva izquierda latinoamericana, pero aclaró que «después, cada gobierno debe adaptar esas reivindicaciones generales de justicia social».
«Son derechos universales, a la educación, a la salud, a una vida digna. Son cosas universales y cada país y cada política adapta según sus realidades sociales», explicó en el programa ‘En Primera Plana’ de France 24 y RFI.
En esa misma emisión, Lissell Quiroz, historiadora y docente de estudios latinoamericanos en la Universidad de Cergy, afirmó que «no se puede hablar de una izquierda latinoamericana» porque «los grupos sociales tienen diferentes agendas políticas».
Sin embargo, para esta analista peruana, el ascenso de la izquierda va de la mano del apogeo de las minorías y los movimientos sociales, liderados por las mujeres, los indígenas y los afrolatinos. «Los grupos minorizados, que en la historia de Latinoamérica no estaban tan presentes, ahora alzan la voz y salen a hacer sus reivindicaciones de manera pública y dentro de este sistema político», subrayó.
Otro componente que, según Quiroz, sostiene el giro a la izquierda es que «los partidos tradicionales ya no tienen una gran acogida en las poblaciones latinoamericanas».
«Hay una crítica muy importante a esos partidos como que forman parte del sistema político corrupto y que han sido totalmente deficiente en estos últimos tiempos. Los movimientos sociales son mucho más innovadores, mucho más flexibles, mucho más dinámicos y eso está pesando en la recomposición del panorama político latinoamericano», sentenció.
De nuevo, Chile y Colombia se presentan como ejemplos principales de esta idea, dado que las formaciones históricas ni siquiera accedieron a la segunda vuelta electoral.
La ‘pink wave’ y el concepto del péndulo, dos teorías que se renuevan en América Latina
La idea de ‘pink wave’ (o marea rosa, en español) fue utilizada por los analistas políticos para marcar la tendencia hacia la izquierda surgida en América Latina a inicios del siglo XXI. En este caso, el rosa se utilizaba para diferenciar al rojo de los movimientos más alineados al comunismo y a la extrema izquierda que incursionaron en la segunda mitad del siglo XX y que, en la mayoría de los casos, fueron sofocados por golpes militares auspiciados por Estados Unidos. Cuba fue la excepción, con la instauración del modelo de Fidel Castro, que se mantiene hasta la actualidad.
En su columna de opinión publicada por el diario canadiense ‘The Hamilton Spectator‘ el 17 de junio pasado, el periodista y escritor británico Gwynne Dyer reflotó el término de ‘marea rosa’ para englobar a estos nuevos líderes «socialdemócratas no violentos, compitiendo en elecciones democráticas con partidos conservadores que defienden los intereses de los ‘establishments’ locales».
Pero si existe esta nueva ‘marea rosa’ surgida desde 2018-2019, varios de sus principales referentes -Boric, Castillo y Petro, principalmente- buscan distanciarse de su predecesora, cuyos exponentes persisten en Nicaragua y Venezuela, bajo los gobiernos autoritarios de Daniel Ortega y Nicolás Maduro, respectivamente.
Y si se trata de explicar este resurgimiento de la izquierda en América Latina, varios analistas retoman la idea del péndulo, acuñada por el sociólogo Manuel Mora y Araujo para escenificar las elecciones entre derecha o izquierda en la región.
Bajo este concepto, esta nueva ola izquierdista sería un giro más del péndulo tras el fracaso de los gobiernos de derecha surgidos luego de la caída de la izquierda «bolivariana» (la cual, a su vez, nació como respuesta a las políticas derechistas neoliberales de los ’90).
Crisis económica, división política y ciudadanía exigente, retos de los nuevos líderes izquierdistas
Si de diferenciar conceptos y realidades se trata, también cabe remarcar los diversos momentos que atraviesan estos nuevos líderes izquierdistas.
López Obrador y Abinader transcurren la mitad de sus mandatos con una valoración positiva, según diversas encuestas, al igual que Luis Arce, al que algunos sondeos ubican como potencial aspirante a la reelección en 2024.
Distinto es el caso de Alberto Fernández en Argentina, quien se enfrenta a críticas tanto de la oposición (de izquierda a derecha) como de su propia coalición de gobierno. El ala kirchnerista, encabezada por su vicepresidenta Cristina Fernández, se ha vuelto contra él y las perspectivas de un nuevo giro político en las elecciones de 2023 son cada vez más altas.
Tampoco han sido fáciles los comienzos de los nuevos gobernantes. Pedro Castillo, en Perú, es investigado por posible corrupción y, aún sin cumplir un año en el cargo, ha modificado su gobierno en cuatro ocasiones y ha enfrentado protestas y mociones de destitución de la oposición en el Congreso.
Por su parte, Xiomara Castro, en Honduras, llegó a sus primeros 100 días con varias promesas pendientes; mientras que Boric, en Chile, también alcanzó su centenario de días en el poder con una imagen deteriorada, debido a la crisis de seguridad por el conflicto con los mapuches -que le llevó a contradecir una de sus promesas de campaña y decretar el estado de emergencia en La Araucanía- y la alta inflación.
Estos escenarios ponen de manifiesto que, más allá del viraje político, los gobiernos latinoamericanos se enfrentan a una situación económica fuertemente debilitada tras la pandemia, oposiciones parlamentarias con suficiente poder para frenar sus agendas y ciudadanos que exigen respuestas y no dudan en castigar electoralmente los incumplimientos.
Un cóctel que, sumado a los problemas estructurales de pobreza, desigualdad y carencias en sectores clave como la educación y la salud, reducen el margen de maniobra de los gobernantes. Un panorama que puede servir de advertencia para Gustavo Petro en Colombia, el último en sumarse a la nueva ola izquierdista de América Latina.
Fuente: Sistema Integrado Digital