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Es el profeta más elevado y maravilloso del Antiguo Testamento.

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La memoria de Elías se guardó siempre viva de modo particular en el Monte Carmelo, donde se eligió seguir al Dios de Israel. Según el relato, Primer libro de los Reyes, capítulo 18, el sacrificio de Elías, consumado por el fuego que descendió del cielo, mostró al pueblo que Yahweh era el verdadero Dios.

Elías estuvo disponible para la obra de Dios y enviado a proclamar su palabra. Emprendió un largo viaje por el desierto, un viaje que lo dejó exánime. Se cobijó bajo un árbol y pidió la muerte. Pero Dios no permitió su muerte, sino que lo impulsó a continuar su viaje hasta el monte Horeb. Cuando llegó, Dios se mostró a Elías, no en los consabidos signos del antiguo testamento: fuego, terremoto o del fuerte viento, sino en una ligera brisa. Elías fue enviado nuevamente a su pueblo para continuar cumpliendo la voluntad de Dios.

El día 20 de julio se reúne en el Monte Carmelo una gran multitud de devotos de Elías: cristianos de distintos ritos, judíos, musulmanes. Todos suben allí con los más variados medios de locomoción o a pie, para cumplir sus votos, para presentar a sus niños al bautismo y sobre todo para cantar y danzar en honor del profeta. Desde el interior del monasterio se escucha el rumor de una gran feria: aquella abigarrada multitud se reúne allí cada año en nombre de Elías, el cual continúa ejerciendo su fascinación y su notable influencia eo la vida y en las creencias de aquellos pueblos. De Elías, los Carmelitas aprenden a oir la voz de Dios en el silencio y en lo imprevisible. Intentan estar siempre disponibles a la Palabra de Dios para conformar la mente y el corazón de manera que el modo de vivir y trabajar sea profético y fiel a la memoria de nuestro Padre Elías.

Retrato Bíblico

Es imposible intentar encerrar en cuatro páginas la personalidad y obra de este gran Profeta.

* Leyendo las pocas páginas que nos hablan de el: 1  Re 17-19, 21, y 2 Re 1-2, podemos intentar descubrir  sus rasgos principales. He aquí algunos:

– El hombre ante Dios: Aparece con frecuencia la  expresión «el Señor a quien sirvo» o «ante el que estoy»; Elías  no comparte con nadie su culto y quiere que el pueblo haga lo  mismo.

– Llevado por el Espíritu: Ved la respuesta tan sabrosa de  Abdías en 1 Reyes 18,12. De ahí es de donde procede la  fuerza del alma de Elías y de su libertad interior.

– Su fe sin divisiones: Cuando el sacrificio del Carmelo (1  Re 18), intenta forzar al pueblo a elegir entre el Dios vivo,  personal, que interviene en la historia, y las fuerzas naturales  divinizadas, los baales. Como nosotros, Elías cree sin ver; porque Dios se lo pide, anuncia la llegada de la  lluvia…, pero sin verla venir (1 Re 18, 41 s).

– Su intimidad con Dios: Su visión de Dios ( 1 Re 19),  como la de Moisés (Ex 33, 18s), es el modelo de la vida  mística: es todo lo más que se le concede ver al hombre.  Pero Elías sigue siendo un hombre como nosotros,  desalentado, miedoso (19, 1s). El versículo 19,12 debe  traducirse: «Se oyó el ruido de un silencio»: Dios no está en  las fuerzas de la naturaleza divinizadas, sino que es el Dios  oculto. En su oración -lo mismo que Moisés-Elías no cae en  efusiones místicas, sino que habla a Dios de su misión.

– Defensor de los pobres: Ante el rey y los poderosos,  defiende al pobre (1 Re 21).

– Su universalismo: Como cree en Dios sin divisiones y se  deja conducir por el Espíritu, es libre para tratar con los  paganos (1 Re 17); pero también a la mujer pagana le pide una fe incondicional (17, 13).

– Las florecillas de Elías (2 Re 1 ): Este relato popular, lo  mismo que presentarán luego a Eliseo, contribuirá, por  desgracia, a hacer de Elías un personaje justiciero que  pide el fuego del cielo contra los pecadores.

– La ascensión de Elías (2 Re 2). Como no se conocía  su tumba, se llego a pensar seguramente que había sido  llevado junto a Dios. Lucas se inspirara en este texto  para su relato de la ascensión de Jesús (Hech 1,6-11 );  Eliseo, que ve a Elías en su ascensión, recibirá su  espíritu para continuar su misión, lo mismo que los  discípulos recibirán el Espíritu de Jesús por haberlo  visto elevarse.

Retrato hecho por los hombres

Nos limitamos al que nos pintan dos célebres  carmelitas:

1º El ilustre historiador Juan Bta. Lezana (+1659)  escribió este magnifico epitafio:

«Elogio para fijar a la puerta del paraíso terrenal:

+ Aquí vive, oh mortal, aquel celeste celador de la honra  divina. Elías es de doble espíritu, perfecto en la pureza, rico  en virtudes, pobrísimo en bienes terrenos, gran amigo de  Dios, enemigo del diablo, amable con los buenos, terrible  para los impíos, nacido antes de Cristo, converso con Cristo,  reservado después de Cristo contra el Anticristo; Patriarca  eximio. Profeta celebérrimo. Sacerdote grande, Monje, Padre  de los Monjes, siempre casto, Fénix singular.

+ De Cristo futuro apóstol. Mártir, Precursor, Capitán,  valiente defensor, heraldo de la verdad, ardientemente  religioso, maduro sin quebranto, anciano sin vejez, mortal sin  morir, nutrido sin alimento, de una longevidad sin achaques y – ¡cosa admirable! – de una vida santísima que  no se ha de extinguir hasta la consumación de los siglos.

Quien flageló a los tiranos, dio muerte a los sacrílegos,  cerro con su palabra las nubes y tornó las a abrir, ungió  Reyes e instituyó Profetas defensores; por los ángeles fue  anunciado su nacimiento, alimentado en Carit, saludado en Horeb, donde, en medio de fragorosa  tempestad y conmoción de los montes, cubriéndose con  su palio el rostro, vio en cuanto era capaz, a Dios, el cual se manifestó en el suave céfiro…»

2º El venerable mariólogo Arnoldo Bostio (+1499) lo  llamó:

«Varón Evangélico antes del Evangelio, Apostólico antes  del tiempo de los Apóstoles , despreciador del mundo y de  todas las cosas perecederas , apasionado seguidor  de lo eterno, primer Virgen, Monje y Eremita, resplandor de  costumbres, regla de virtudes, heraldo de la Virgen sagrada.  Que con la institución de la virginal castidad antecedió por  mucho tiempo al Cordero sin mancha a dondequiera que  hubiera de ir…»

Elías y el Carmelo 

Un grupo de cruzados llegados a Palestina a  mediados del siglo Xll, viendo la maravillosa topografía  del Monte Carmelo, tan apto para la contemplación,  decidieron quedarse allí y se entregaron sin reservas a  imitar la vida del Profeta de Fuego, tal como la describían  los libros de los Reyes, a base de la tradición monástica.  El lugar les ayudaba a «fabricar la miel dulcísima de la  contemplación».

Supuesto el vínculo entre Elías y el Carmelo, entre Elías y la vida religiosa, fijado por los Padres Griegos y Latinos, no es de extrañar que aquellos a quienes ya Santiago de Vitry había designado como «imitadores del santo varón y solitario Elías profeta», en el Monte Carmelo…, cerca de la fuente apellidada de Elías, en la Rubrica Prima de las Constituciones afirman su descendencia de los Padres tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, quienes desde el tiempo de Elías y de Eliseo habían habitado en el Monte Carmelo «para la contemplación de las cosas celestiales».

A pesar de ello, los carmelitas nunca se llamaron Elia nos, pues tomarán el nombre, como tantas otras Ordenes, no del Fundador, sino del lugar donde nacen.

Elías será para aquellos cruzados que se reúnen en el Monte Carmelo la regla viva, que se propondrán imitar. Para ellos este será el padre que les infundirá su espíritu: Carmelitarum Dux el Pater. 

Para estos primeros carmelitas, la cosa fue fácil: deseaban imitar a aquel hombre extraordinario, tal como lo presentaba la Sagrada Escritura y porque los Padres lo habían visto como el prototipo del monacato.

Así de sencillo es el origen del Patriarcado eliano sobre el Carmelo.

Hoy, la así llamada «Cuestión Eliana» sobre la sucesión hereditaria o entronque de los carmelitas de hoy con el Profeta Elías, que vive 900 años antes de Cristo, es una cuestión zanjada y, por lo tanto, así admitida: Elías es el Padre Espiritual o el Inspirador del Carmelo. Así lo ha escrito el P. R. Garcia Villoslada, S. J.:

«Pero debemos añadir que no sin fundamento llaman su Padre a Elías, porque los fundadores y después todos los carmelitas miraron siempre a aquel Profeta como a modelo y ejemplar, e inspirados en él, modelaron sus reglas y constituciones. Moralmente, pues, ha influído el Profeta Elías en la Orden Carmelitana casi tanto como San Agustín en los diversos Institutos que llevan su nombre, y se glorían de tenerle por Padre».

Elías, Padre espiritual del Carmelo 

«Elías, aunque no sea él quien les haya dado una Regla escrita, con todo ha sido el ejemplo y el modelo de la santa vida de los carmelitas». Así escribió el celebre humanista benedictino, el Abad Juan Tritemio (+1516).

A esta afirmación de un extraño a la Orden baste añadir un hecho: Entre las estatuas de los fundadores de las Ordenes Religiosas que aparecen en la Basílica de San Pedro en Roma, está también la magnífica e impresionante del profeta Elías, con la siguiente inscripción, escrita por el mismo Papa Benedicto XlII el 26 Junio de 1725: «Universus Ordo Carmelitarum Fundatori suo Santo Eliae Prophetae erexit 1725» (La Orden entera de los Carmelitas, a su Santo Fundador, Elías, Profeta, la erigió el año 1725″).

El entonces Procurador General de la Orden, Eliseo Monsignani, lleno de alegría, cursó a los Provinciales esta comunicación: «Ha llegado el tiempo en que, aun cuando los carmelitas callen, las piedras y los marmoles hablarán y dirán que el profeta Elías es el Padre y Fundador de los carmelitas».

¿De dónde arranca esta paternidad Eliana?

El historiador de la primera mitad del siglo XlII, Jaime de Vitry, dice: «A ejemplo e imitación del santo y solitario varón Elías profeta, muchos anacoretas se retiraron en el Monte Carmelo…»

En virtud de esta tradición y de esta historia del patriarcado eliano los carmelitas deben procurar ajustar su vida a la de él. Fue este el testamento que según la tradición dejo San Brocardo, Superior General del Carmelo, a los moradores de aquella Santa Montaña antes de expirar: «Ajustad vuestra vida a la vida ejemplar de la Bienaventurada Virgen María y de nuestro fundador, el Santo Profeta Elías».

El ha de ser para nosotros el espejo en el que a diario debemos mirarnos, como lo hacía San Antonio. Es lo que afirma el Bto. Juan Soreth (+1471 ) en su Exposición de la Regla: «Nosotros somos los Hijos de los Profetas, no según la carne, sino por la imitación de sus obras. El Redendor decía a los judíos que se gloriaban de proceder de Abrahám: «Haced las obras de Abrahám». Así hoy se debe decir a los carmelitas: «Haced las obras de Elías».

Así nos presenta a Elías el libro más importante de la espiritualidad Carmelitana después de la Regla, la Institución, como ejemplo a imitar.

He aquí un hecho básico e indiscutible: La conciencia moral Eliana del Carmelo, su procedencia Eliana en cuanto a la concepción contemplativa y apostólica de la vida religiosa.

Esto afirmaba el celebre Tomas Waldense, cuando deseaba que fuera pare los carmelitas N. P. S. Elías «una fuente de vida espiritual, un ideal que incite a la imitación y estimula al celo por el Dios de los ejércitos, de modo que, la vida espiritual del Carmelo halle en él, Elías, su especificación y su inspiración».

Su oración 

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu Profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Amén.

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