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Sandra de Tirofijo
Sean humildes, reconozcan su responsabilidad, pidan perdón, reparen a sus víctimas y ahí sí podemos considerar empezar a dialogar.
A la senadora del partido Comunes, antes Farc, Sandra Ramírez de Tirofijo se le vio muy alterada en el transcurso de la semana cuando miles de personas le exigieron recato a la hora de atreverse a condenar el cruel asesinato de la niña Sofía Delgado. ¿La razón? Nadie le cree sus manifestaciones de dolor por la muerte de la pequeña después de haber pertenecido a un grupo criminal que fue particularmente cruel con los niños y niñas de Colombia.
La congresista, dueña de una curul regalada en el marco del proceso de La Habana, considera que es una “autoridad democrática” para dar cátedra y condenar a sus opositores y a millones de colombianos que no creen en su voluntad de paz, y menos aún cuando con soberbia y arrogancia patea la oportunidad que le dio la sociedad de reincorporarse a la legalidad sin pagar un solo día de cárcel, tener honorarios de senadora (más de 48 millones de pesos mensuales), esquema de seguridad, Unidad de Trabajo Legislativo y privilegios pagados con los impuestos de los contribuyentes sin que haya sacado un solo voto a su nombre y, por lo tanto, no represente absolutamente a nadie.
Las curules de las Farc fueron eso, un regalo de Santos por dos periodos consecutivos a los exguerrilleros de ese grupo narcoterrorista sin que pagaran cárcel, repararan a sus víctimas ni entregaran las rutas del narcotráfico.
Según la Comisión de la Verdad, las Farc cometieron 96.952 homicidios, 29.410 desapariciones forzadas, 20.223 secuestros y reclutaron a 12.036 niños y niñas para la guerra. Cifras oficiales que la misma Comisión admite que son inferiores al universo real.
El tema del reclutamiento de los niños es uno de los que más indigna a los colombianos, y uno de los asuntos que más tratan de evitar los exguerrilleros, junto con el tema de las violaciones y delitos sexuales. ¿Por qué? Pues porque es ahí en donde se evidencia la crueldad, la carencia absoluta de principios, de humanidad y la total violación al derecho internacional humanitario.
Por eso quiero recordarle a la senadora algunos crímenes horribles que cometió la organización a la que perteneció, y por los que ninguno de los excabecillas y hoy representantes a la Cámara y senadores como ella han pedido perdón.
En mayo de 2002, en el área rural de Vista Hermosa, Meta, guerrilleros de las Farc asesinaron a un niño de 14 años, cargaron su cuerpo con 3 kilos de anfo y luego entregaron el cuerpo a un conductor para que lo trasladara a un retén del Ejército. El cadáver bomba fue detectado a tiempo, ningún soldado salió herido, pero un juez de la República condenó a Tirofijo, la pareja de Sandra Ramírez, a 39 años de cárcel por ese cruel crimen en marzo de 2008.
Recordemos que alias Tirofijo, esposo de Sandra Ramírez, tenía para el momento de su muerte 150 órdenes de captura a nivel nacional y 21 a nivel internacional, y que, entre 1949 y 1998, los jueces de la República emitieron 20 condenas en su contra, que suman un total de 300 años de cárcel, que nunca cumplió. ¿Cuántos años de prisión sumarán los actuales congresistas de Comunes, que no tuvieron que pagar gracias al proceso de Santos?
El 17 de abril de 2003, el niño Irwin Orlando Ropero Serrano, de solo 10 años, fue usado como un niño bomba al ser contratado por 1.000 pesos para que llevara una bicicleta en Fortul, Arauca, al puesto de Policía. Como el niño hacía mandados en la plaza de mercado, aceptó inocentemente el ofrecimiento del frente 10 de las Farc. Cuando llegó a la estación, la bomba fue activada. ¿Eso le parece un acto revolucionario, senadora?
El 25 de marzo de 2010, las Farc utilizaron al niño Heriberto Grueso Estupiñán, de 11 años, en el Charco, Nariño, también como otro niño bomba. El pequeño Heriberto también hacía mandados en su pueblo. Los milicianos del frente 29 lo escogieron para que llevara una colchoneta a la estación de Policía. Los guerrilleros explotaron al niño. Le pagaron 1.000 pesos.
El 14 de mayo de 2014 en Chilví, corregimiento del municipio de Tumaco, Nariño, dos niños, Luis Sebastián Preciado Valencia, de 13 años, y Pierre Ángelo Cabezas Montaño, de 14 años, fueron usados por la columna móvil de las Farc Daniel Aldana para atacar con granadas a los policías que se encontraban jugando un picadito. Los niños accionaron “mal” los artefactos y murieron.
¿Sigo, senadora Sandra de Tirofijo? En la masacre de Bojayá el 2 de mayo de 2002, de 80 víctimas, 48 fueron niños. En lo que va corrido del año, la Defensoría del Pueblo advirtió que tiene registrados 159 casos de reclutamiento de niños y niñas por los grupos armados. Así que, senadora, le repito, recójase, que usted no tiene ninguna autoridad moral para hablar de los niños del país si no es para pedirles perdón de rodillas por todo el daño que las Farc, su exorganización “laboral”, les hicieron. Sean humildes, reconozcan su responsabilidad, pidan perdón, reparen a sus víctimas y ahí sí podemos considerar empezar a dialogar.