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Internacional

Una falsa batalla contra el Islam

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primavera árabe, con el convencimiento de que la caída de los tiranos de Egipto, Libia y Siria inauguraría una nueva era de democracia, libertad y desarrollo social en África y Oriente Próximo. Obama, Sarkozy y más tarde Hollande estaban convencidos de que se podía realizar una transición indolora de los regímenes dictatoriales a la democracia, y de que dicha revolución democráticahabría puesto en manos de los Estados Unidos y de Francia las llaves de los recursos económicos de aquellos territorios. En febrero de 2011, Francia empezó a bombardear Libia para favorecer una revolución democrática por medio de rebeldes yihadistas. La consecuencia ha sido la escalada del islam radical, la muerte de 150.000 personas y el estallido de sangrientas divisiones tribales en el mundo musulmán. Al año siguiente, Hollande apoyó a Mohammed Morsi, presidente recién electo de Egipto y vinculado al movimiento de los Hermanos Musulmanes, que se cuenta entre los más entregados a destronar al presidente sirio Bashar al Assad. En 2013, Francia se esforzó por que la Unión Europea levantase todo embargo que le impidiese reabastecer con armas, instructores y ayuda económica a los rebeldes yihadistas sirios. Ahora nos enteramos de que la masacre de París se planeó en Siria, en ambientes que hasta hace un año gozaban de la confianza de Francia. Pero también hay que destacar que los terroristas son inmigrantes de segunda o tercera generación, de nacionalidad belga y francesa, que han estudiado en los ghettos urbanos en los que se consuma el fracaso de la utopía multicultural. En esa utopía sigue creyendo Barack Obama, que al día siguiente de la hecatombe declaró: «El lema “libertad, igualdad, fraternidad” no sólo evoca valores franceses, sino valores que todos que todos compartimos». Y, por lo que se ve, las autoridades vaticanas también siguen creyendo en dicha utopía, porque según ellas «los musulmanes pueden participar en el Año Santo», ya que, «en un mundo azotado por la violencia, es el momento preciso para lanzar la ofensiva de la misericordia». La misericordia es una gran virtud cristiana; ahora bien, si se la emancipa de otras virtudes como la justicia y la fortaleza, se convierte en la versión eclesiástica de la cultura laicista de capitulación. Esa cultura se expresa actualmente en la aceptación de todo desvío cultural y moral, llegando al punto de incluir el satanismo, antirreligión a la que que incontables jóvenes rinden culto sin saberlo en los conciertos de rock. Nunca mejor dicho, porque la canción que sonaba en el escenario de la sala Bataclan en el momento en que los terroristas iniciaban la masacre se titulaba Kiss the devil (besar al diablo) A la cultura de la muerte, de cuño islámico o relativista, sólo se la puede afrontar y derrotar con la luz auténtica del Evangelio.Por: Roberto de Mattei


Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas.]]>

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