El miedo se ha ido. Con Francisco todavía de cuerpo presente, los cardenales han empezado a hablar. Y ya no hay quien los detenga.
Que sea precisamente Zen quien inaugure esta nueva etapa de libertad no es casual. Encarcelado por el régimen comunista chino, abandonado por la diplomacia vaticana de Francisco y ninguneado por buena parte de la curia, el anciano cardenal se ha convertido en símbolo de resistencia. Ahora levanta la voz para advertir que los que vienen del otro lado del mundo no aceptarán componendas ni acelerones sospechosos.
Las Congregaciones Generales son el espacio donde los cardenales deben prepararse espiritualmente para el cónclave, compartir información y discernir juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia. Manipular su inicio para favorecer candidaturas o excluir a quienes no puedan llegar a tiempo sería una grave traición al proceso.
Este es solo el primer ruido. Y no será el último. Porque si algo ha quedado claro en esta primera jornada de sede vacante es que el temor reverencial a las decisiones papales ha desaparecido. El reinado del miedo ha terminado. Y los cardenales, por fin, vuelven a hablar