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Informes desde Infernillo, la peor mazmorra de Nicaragua: ‘Nos esposaban para dormir o cuando nos llevaban al túnel.

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Informes desde Infernillo, la peor mazmorra de Nicaragua: ‘Nos esposaban para dormir o cuando nos llevaban al túnel. Allí nos esperaban los golpes’
Presos políticos expulsados ​​de Nicaragua narran su sufrimiento en las terribles cárceles del régimen orteguista y cómo vivieron su inesperada salida del país
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Por Iker Seisdedos, El País — Washington

11/02/2023 04:30 am Actualizado 11/02/2023

El académico nicaragüense Félix Madariaga besa a su hija Alejandra, 9, mientras su esposa, su esposa Berta Valle, mira afuera del hotel Westin en Herndon, VirginiaEl académico nicaragüense Félix Madariaga besa a su hija Alejandra, 9, mientras su esposa, su esposa Berta Valle, mira afuera el hotel Westin en Herndon, Virginia ANDREW CABALLERO-REYNOLDS / AFP

“Hace veinticuatro horas estaba en el infierno. Y mírame ahora: en un hotel de Washington”, dice Kevin Solís, uno de los 222 presos políticos liberados la mañana del jueves y deportados a Estados Unidos por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

El Infiernillo tiene fama de ser el peor calabozo de Managua. Allí, en ese penal de máxima seguridad, Solís, estudiante de derecho, pasó tres años en aislamiento, en una “celda sin luz solar, con la puerta siempre cerrada”.

— Una vez al día, los carceleros abrían las cerraduras y nos tiraban comida —recuerda en conversación con El País frente al sencillo hotel cerca del Aeropuerto Internacional de Dulles que el Departamento de Estado de EE. prisioneros políticos.

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“Nos esposaron para dormir. Dormir esposado es complicado -continuó con voz decidida el joven de 24 años («aunque parezco de 30 por lo que sufrí», agrega). “También nos esposaron cuando el director [del penal] personalmente vino a buscarnos. Nos llevó a un lugar que llaman «túnel». Un pasillo de unos 30 metros sin ventanas. Allí nos esperaban los golpes. Donde nadie escucha ni mira. Como estás amarrado, te golpean en el vientre, nunca en la cara, para que las familias no se den cuenta.

Solís tenía derecho a una llamada por mes. Lo peor de todo, dice, fue «el aislamiento» y, «más que las lesiones físicas, las psicológicas».

El miércoles por la noche lo sacaron sin mayores explicaciones junto a otros cinco presos de Infiernillo. Nos subieron a unos autobuses. El estudiante explica que muchos creían que los estaban llevando a otra prisión.

Eso pensó el político y empresario Juan Sebastián Chamorro, según dijo en la recepción del hotel.

— Cualquiera que conozca Managua sabe que la cárcel Modelo está muy cerca del aeropuerto. Entonces pensábamos que íbamos para allá, pero en ese momento los tres buses que transportaban a los que venían de El Chipote [el penal donde Chamorro cumplía su condena] giraron a la derecha, en Aeronáutica, y ahí nos dimos cuenta que salíamos por un vuelo fuera del país a donde hasta pronto obviamente nos dijeron.

El preso político nicaragüense Juan Sebastián Chamorro (derecha) saluda a su simpatizante Nahiroby Olivas afuera de un hotel en Herndon, Virginia.
El preso político nicaragüense Juan Sebastián Chamorro (derecha) saluda a su simpatizante Nahiroby Olivas afuera de un hotel en Herndon, Virginia.

Los 222, dice Félix Maradiaga, uno de los deportados de más alto perfil político, cuyo calvario comenzó cuando decidió presentarse a las elecciones presidenciales contra Ortega, firmaron “un documento en el que en una sola línea” se comprometían a salir del país. En ese rol no se mencionó lo que vendría después: la decisión de la Asamblea Nacional, convocada de urgencia, de reformar el artículo 21 de la Constitución Política, que regula la nacionalidad nicaragüense. En adelante, según ese texto, son apátridas, por ser considerados «traidores a la patria».

Al igual que Solís, Maradiaga se enteró de la expropiación de su nacionalidad cuando llegó al hotel.

‘Me da igual lo que diga la Asamblea o el Gobierno. Que soy nicaragüense nadie me lo va a quitar”, dice en tono desafiante Solís, quien ahora teme por “los que quedan atrás, como el Dr. [abogado] Urbina Lara o [militar retirado] Jaime Navarrete”.

“Lo peor es que les van a dar una paliza porque ahora nadie va a saber qué les va a pasar”, dijo.

Entre los que se quedaron también está el obispo Rolando Álvarez, que no quiso subirse al avión del exilio. A raíz de esta negativa, el sacerdote más crítico con el régimen orteguista fue trasladado de la casa donde se encontraba bajo arresto domiciliario a la cárcel La Modelo.

Maradiaga pertenece al grupo de exiliados que esperaban tener una familia en Estados Unidos. Su esposa, Berta Valle, y su hija

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