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Político social

La doctrina católica es absolutamente incompatible con la masonería.

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  • La doctrina católica es absolutamente incompatible con la masonería. Ésta nació a principios del siglo XVIII y enseguida, en el año 1738, fue condenada por el papa Clemente XII.

Cuando yo hablo aquí de la masonería, me estoy refiriendo a su «fenómeno», en su sentido más amplio, porque existen sujetos que formalmente pertenecen a una logia, pero también son muchos los que, de modo inadvertido, han asumido los tóxicos postulados masónicos.

La Iglesia no está exenta de este peligro; en ella hay masones infiltrados, cierto, pero también son legión los que, sin ser propiamente masones, piensan según las categorías masónicas; partiendo, pues, de su monstruosa forma mentis, éstos quieren hacernos creer que son fieles al Evangelio, a la vez que, tergiversándolo, esparcen sus confusas y falsas enseñanzas.

La secta masónica tiene por «objetivo esencial», esto es, no meramente accidental, deformar y destruir la Iglesia católica. Dicho de otro modo, empleando la estúpida expresión hoy en boga, pretende «resignificarla».

He aquí lo que explica León XIII en la encíclica Humanum genus (1884): «[el principal intento de la masonería consiste en] destruir hasta los fundamentos todo el orden religioso y civil establecido por el cristianismo y levantar a su manera otro nuevo con fundamentos y leyes sacadas de la entraña del naturalismo».

Pese a que esta encíclica sea de finales del siglo XIX, no ha perdido su valor y vigencia. Es más, la situación, en la Iglesia hodierna, es más crítica que nunca. Si sólo hubiera astutos y calculadores masones, el mal sería grave, cierto, pero la Iglesia tendría capacidad suficiente para extirparlo. No obstante, lo peor del caso es que dicho mal ya ha alcanzado metástasis y actualmente hay una gran caterva de «masones implícitos», o sea, de eclesiásticos y fieles que, sin saberlo, razonan y hablan como masones y actúan también como tales. Creo que éstos son todavía más peligrosos que los que llevan mandil, puesto que a sus doctrinas deletéreas se les añade la «imbecilidad moral» de su inconsciencia.
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Al respecto, recomiendo la lectura del libro de Alberto Bárcena, «Iglesia y masonería: Las dos ciudades», Madrid: Ediciones San Román, 2016.

https://x.com/JaimeMercant/status/1907755012148613161?t=N8xAmplCJvZ8vFvxBxzLYw&s=19

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