Político social
«Confiesa la Verdad, abierta y públicamente, ¡y no tengas miedo de la sinagoga de satanás! «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8.31)».
¿Cuál es el poder de la Sinagoga? San Juan nos lo dice de forma explícita. Leed y entended:
– Juan 7.13: «Sin embargo, nadie hablaba abiertamente de Él por miedo a los judíos«.
– Juan 9.22: «Sus padres dijeron esto porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya se habían puesto de acuerdo en que si alguno confesaba que Jesús era el Cristo, fuera expulsado de la sinagoga«.
– Juan 12.42: «Sin embargo, muchos, aun de los gobernantes, creyeron en Él, pero por causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga«.
– Juan 19.38: «Después de estas cosas, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió permiso a Pilato para llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato concedió el permiso. Entonces él vino, y se llevó el cuerpo de Jesús».
– Juan 20.19: «Entonces, al atardecer de aquel día, el primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde los discípulos se encontraban por miedo a los judíos, Jesús vino y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros».
Cuatro veces Juan nos dice que «por miedo a los judíos«, toda la gente, desde el de menor rango hasta el de mayor, no era audaz y abierto sobre su fe en Jesús, la Verdad encarnada. Querían estar “en buenas gracias” con la sinagoga judía, y por eso, aunque en sus corazones sabían que los judíos estaban tramando el mal y que Jesús era el hombre justo, se lo guardaron para sí mismos en privado «por miedo a ser expulsados de la sinagoga«.
Este poder de los judíos, de mordaza, de censura, de poner en la lista negra a cualquiera que se atreva a hablar abiertamente de ellos y exponer sus maquinaciones ante el mundo no ha menguado ni cambiado aún hasta nuestros días: derecha, izquierda, centro-derecha, centro-izquierda, como en aquellos días de los Apóstoles, así también ahora, desde el más pequeño hasta el más grande, tienen miedo de los judíos, y por lo tanto, no se atreven exponer sus maldades, pues no quieren expulsados de la Sinagoga.
Ejemplo por antonomasia es Poncio Pilato, el gobernador romano que gozaba el mayor poder político: él sabía que Jesús era un hombre justo (Mateo 27.24) y que era por envidia y celos que los judíos lo querían muerto (Mateo 27.18), por miedo a los judíos, permitió que la Verdad encarnada fuera condenada, vilipendiada y avergonzada públicamente y que el mal reinara. Juan nos lo dice:
– Juan 19.12: «Como resultado de esto, Pilato procuraba soltarle, pero los judíos gritaron, diciendo: Si sueltas a este, no eres amigo del César; Todo el que se hace rey se opone al César».
He aquí el poder judío con el que sobornan, corrompen, y mueven los hilos del poder: acusan a todo aquel que no obedece sus órdenes de subversión, de traición, de paria política y social que está en contra del bienestar del Estado, de «antisemita».
Y como Jesús, los Profetas y los Apóstoles dan testimonio, derramarán cuánta sangre inocente sea necesaria para silenciar cualquier voz que se atreva a exponerlos.
¡Tú, sé esa voz!
¡Deja que Cristo, Verdad encarnada, hable por y en ti!
¡No tengáis miedo de los que pueden matar el cuerpo!
Recuerda lo que nos dijo nuestro bendito Señor bendito:
Mateo 10:28-32:
– «Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más bien temed a aquel que puede hacer perecer tanto el alma como el cuerpo en el infierno. Todo el que me confiese delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos«.
Confiesa la Verdad, abierta y públicamente, ¡y no tengas miedo de la sinagoga de satanás! «Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Romanos 8.31).
Entienda quien pueda …
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