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Historia

Diccionari biogràfic de la persecució religiosa de 1936 a Catalunya Libro póstumo de Francesc Badia i Batalla Facebook

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Publicaciones de la Abadía de Montserrat sacó a luz el pasado mes de septiembre el Diccionari biogràfic de la persecució religiosa de 1936 a Catalunya escrito por Francesc Badia i Batalla que murió el 14 de agosto de 2020 a los 97 años. Había comenzado a escribir su diccionario hacía más de 15 años y entre medias se dedicó también a otras investigaciones históricas. En esta entrevista, cuando tenía 90 años, decía que «me falta tiempo». «Le sabía mal -leemos en las notas previas- que las horas incontables dedicadas a esta obra inacabada no pudiesen servir a otros estudiosos, investigadores o simplemente a interesados en la historia de los cristianos durante aquellos años. Antes de morir pidió a sus hijos que intentasen que el trabajo se publicase por si podía ser útil, corregido, ampliado y mejorado».

Es importante recordar que Badia ya había escrito sobre el tema de la persecución religiosa: en 1997 el artículo El refugi de clergues i religiosos a Andorra durant la persecució religiosa 1936-1939. O sus libros: Els camps de treball a Catalunya durant la Guerra Civil, 1936-1939 Els monuments i objectes d’interès artístic o històric desapareguts o destruits l’any 1936 a Montblanc.

Francesc Badia (1923-2020) licenciado en derecho y diplomado en arte medieval, ejerció como abogado, fiscal y profesor de derecho penal, y fue el último veguer episcopal del Principado de Andorra. Es autor de una docena de libros sobre la historia de Montblanc y Andorra.

Portada del libro

Portada del libro

Este diccionario recorre, a través de 2.913 biografías breves, unos años trágicos de fanatismo e irracionalidad que hicieron tambalear los principios más elementales de la convivencia social. Badia escribe la historia de muchas víctimas de la persecución religiosa y también aporta un contexto complementario con referencias a episodios de especial relevancia, conectados a las entradas biográficas.

Els altres morts a les cunetes

Este domingo, 19 de octubre, Bondia que es el primer diario independiente y gratuito de Andorra publicaba este artículo firmado por A.L. haciendo reseña de este Diccionario.

«Cuesta saber por dónde empezar porque todos estos episodios, todos, son tan tristes, tan trágicos y –en ocasiones– tan macabros que se hace difícil elegir, porque elegir unos significa dejar a otros en silencio y aquí no hay gradación: cuando lo que te espera es la muerte, una muerte brutal, gratuita e injusta, todos son igualmente dignos de compasión. Y todos generan, casi 90 años después, una chispa de indignación. Miren el caso de mosén Josep Moles (La Seu, 1882-1936), canónigo de la catedral de Santa María y párroco del seminario.

Dice Francesc Badia que al estallar la Guerra Civil española y la persecución religiosa que le siguió en los primeros meses en la retaguardia republicana, mosén Josep prefirió quedarse en casa antes que huir. El obispo Guitart -que a finales de julio de 1936 sí pasó a Andorra- le nombró vicario general suplente. Y al principio parecía que se iba a librar. Hasta que un día de mediados de agosto una pareja de milicianos de la FAI le fueron a buscar a casa con órdenes de llevárselo «a declarar». Un subterfugio habitual, éste de llevarse a un sospechoso a «declarar», que nunca auguraba nada bueno. De hecho, dice Badia que solía terminar en una curva de carretera, con el infortunado pasado por las armas de forma sumarísima.

En el caso de mosén Josep Moles fue aún peor. Tras declarar le encerraron en el antiguo convento de la Sagrada Familia, convertido en prisión, y no salió hasta el 25 de agosto. Él y mosén Pere TravéLes llevaron al campo de Els Prats, entre los kilómetros 3 y 4 de la carretera de Andorra, los ataron estrechamente de hombros, y empapados de gasolina los quemaron vivos. Finalmente, entre risas y escarnios, unos disparos terminaron aquella trágica agonía. Lo explica Badia en el Diccionario biográfico de la persecución religiosa de 1936 en Cataluña, la monumental monografía póstuma del último veguer episcopal que ve ahora la luz en Publicaciones de la Abadía de Montserrat […].

Lo perturbador del caso de mosén Josep Moles es que no fue una excepción ni un caso aislado, sino que tres mil hombres y mujeres siguieron su desdicha y por los mismos motivos. Y todo esto, recordémoslo, en la retaguardia republicana. Una cifra que conviene poner en contexto: casi una de cada tres personas asesinadas en Cataluña durante la Guerra Civil «lo fueron por razón del odium fidei», como dice el historiador y académico Josep Maria Sans en la introducción del volumen.

Badia ha recogido en una sucinta ficha personal «la labor o ministerio que desarrollaba, si era sacerdote diocesano o religioso, el orden o la congregación a la que pertenecía, las peripecias soportadas hasta la detención, los sufrimientos sufridos durante el encarcelamiento, las circunstancias de la ejecución y la fecha de la muerte». Porque todas estas vidas terminan ante un pelotón de ejecución en un paredón, una curva de carretera o una cuneta. Una a una, hasta 2913.

El de mosén Josep es uno de los casos más brutales, pero resulta difícil graduar la sevicia cuando el resultado de la pantomima será la muerte. Y lo saben tanto los verdugos como el reo. Badia recoge naturalmente el destino fatal de los dos únicos «mártires» de nacionalidad andorrana que conocemos. Uno, mosén Jaume Calvet, párroco de Bellver de Ossó: «Con la documentación en regla, y más aún, contando con el visado del Comité de la Seu, salió de esta ciudad en coche de línea hacia el Principado de Andorra. Iba con él el hermano Henri Chamayou, de nacionalidad francesa y director del colegio de La Salle y un camión con anarquistas de la FAI les cortó el paso diciendo: Señores Chamayou y Calvet, bajad. Este no es vuestro sitio. Subid con nosotros.

El otro, mosén Pasqual Planes (Sant Julià, 1868), párroco de Talarn: «El alcalde de la villa le aconsejó que se marchara a Andorra, pero no se vio con corazón de hacerlo. Lo acomodaron en una casa deshabitada del pueblo y por la noche le llevaban discretamente la comida. Alguien lo vio y lo denunció. El 17 de agosto de 1936, a las 8 de la mañana, fueron a buscarlo unos milicianos de Tremp y le asesinaron en el cementerio de aquél en ciudad”.

Volvemos a decirlo: son tres casos entre 2.913, volvemos a decir algunos conocidos –el del obispo Irurita, el de los maristas vilmente engañados por Eroles– pero la mayoría anónimos, como el de mosén Josep Duró, ecónomo de Montanissell, detenido cuando huía hacia Andorra, liberado, nuevamente detenido liberado y asesinado en el río Organyá. Su cuerpo fue arrojado el río Segre. O el de mosén Pere Massana, párroco de Vilamitjana, sorprendido en Sant Joan Fumat cuando pretendía entrar en Andorra por Fontaneda con mosén Carlos Huguet, párroco de Adrall: Mosén Huguet, ya envejecido, no podía correr, y mosén Massana no quiso abandonarlo. Detenidos los dos fueron conducidos a la prisión de la Seo. Mosén Huguet fue liberado gracias a la intervención de un miliciano que había recibido favores. Mosén Massana fue asesinado en el cementerio de la Seu el 22 de septiembre de 1936.

Descansen todos ellos en paz».

Beatificación de Josep Tàpies y 6 compañeros de la Seo de Urgell el 29 de octubre de 2005.

Beatificación de Josep Tàpies y 6 compañeros de la Seo de Urgell el 29 de octubre de 2005.

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