Religiosas
«Año 35 D.C. Saulo de Tarso era el mayor enemigo de los cristianos».
«Un día, caminando a Damasco, lo envolvió una luz cegadora.
Ese momento no solo transformó su vida… sino el curso de la humanidad.
Esta es la historia de la conversión de San Pablo.
Saulo… el perseguidor de cristianos
Saulo era fariseo, nacido en Tarso, y discípulo de Gamaliel, un gran maestro de la Ley.
Para él, los cristianos eran una amenaza al judaísmo.
“Saulo devastaba la Iglesia, arrastrando a hombres y mujeres a la prisión.” (Hechos 8,3).
Era el enemigo más temido… pero Dios tenía otros planes.
El camino a Damasco
En su camino a Damasco, armado con órdenes para arrestar a los cristianos, Saulo tenía un único propósito… exterminar el legado de Jesús de Nazaret.
Pero lo inesperado ocurrió.
“De repente, lo envolvió una luz del cielo…” (Hechos 9,3)
Una voz lo llamó:
“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?”
Y él respondió:
“¿Quién eres, Señor?”
La respuesta:
“Yo soy Jesús, a quien tú persigues…” (Hechos 9,4-5)
Saulo entendió que no perseguía solo a los cristianos… sino al mismo Cristo.
La luz lo envolvió y lo cegó… pero en esa oscuridad, empezó a ver.
Durante tres días no comió ni bebió.
Estaba perdido en su propia oscuridad espiritual.
La ceguera física era el reflejo de una verdad más profunda… antes de ver la luz, debía enfrentarse a sus sombras.
Dios llamó a Ananías, un discípulo en Damasco.
“Ve, porque Saulo es mi instrumento elegido para llevar mi nombre a las naciones.” (Hechos 9,15)
A pesar de su temor, Ananías obedeció, confiando en el plan divino.
Ananías impuso sus manos sobre Saulo y dijo:
“Recobra la vista y sé lleno del Espíritu Santo.”
Al instante, Saulo recuperó la vista y fue bautizado.
Ya no era el perseguidor… ahora era un nuevo seguidor de Cristo y nuevo apóstol.
A pesar de su conversión, los apóstoles en Jerusalén desconfiaban de él.
“Cuando llegó a Jerusalén, trataba de unirse a los discípulos; pero todos le tenían miedo.” (Hechos 9,26)
Imagina ser Pablo… lleno de fervor, pero rechazado por aquellos que ahora eran sus hermanos en Cristo.
Bernabé, el “hijo del consuelo,” intercedió por Pablo.
Lo presentó a los apóstoles y relató cómo lo había visto predicado con valentía en Damasco.
Gracias a Bernabé, Pablo fue aceptado en la comunidad cristiana.
Ya no era Saulo, el perseguidor; ahora era Pablo, el apóstol.
El cambio no fue solo de nombre, sino de misión:
De destructor, constructor.
De enemigo, amigo.
La gracia transformó al mayor enemigo de Cristo… en su testigo más ferviente.
Pablo se convirtió en el mayor misionero del cristianismo, llevando el Evangelio desde Jerusalén hasta Roma.
Escribió más de la mitad del Nuevo Testamento y enfrentó martirios, naufragios y persecuciones.
Todo por amor a Jesucristo.
La conversión de Pablo nos recuerda que nadie está demasiado lejos de la gracia de Dios.
Incluso nuestros peores errores pueden ser redimidos… si nos dejamos transformar por Su amor.
Yo hace unos años, en mi ateísmo, atacaba al cristianismo sin piedad, pero Dios nunca está lejos de nadie
Pablo no buscaba a Cristo, pero Cristo lo buscó.
Así también, Dios nos llama, incluso cuando no lo buscamos.
Y tú, si hoy escuchas Su voz…
Estás listo para responder como Pablo?
“Señor, ¿qué quieres que haga?” (Hechos 9,6).»
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