Historia
Tal día como hoy del año 800, era coronado, en Roma, Carlomagno.
Este suceso fue toda una bofetada en la cara para otro imperio, que, aun poderoso, estaba en retirada de la Península Itálica.
Año 476, casi tres siglos y medio antes, Rómulo Augústulo, era depuesto por Odoacro en Rávena. Desaparecía el Imperio Romano en Occidente, pero este siguió existiendo en Oriente, el que nosotros llamamos «bizantino». Así era y se reconocía por parte de todas las autoridades.
En tiempos de Justiniano, ya en el siglo VI, los bizantinos se lanzaron a conquistar los territorios occidentales del imperio. Su poder era instaurado en África, una porción de la Península Ibérica y la Península Itálica. Esto último es importante.
Italia, antes de todo esto, mantuvo bastante de la organización romana, y el territorio no se había visto apenas dañado por las invasiones germánicas. La aparición de los bizantinos y una guerra sin cuartel contra los ostrogodos causaron tal destrucción que cambió para siempre.
La desaparición de las instituciones tradicionales romanas, dio paso a nuevas. En este revuelo los obispos ganaron bastante poder y el Papa en Roma comenzó a regir la ciudad y sus alrededores. Eso sí, siempre dentro del Imperio Bizantino.
Pero la alegría bizantina duró bastante poco. En el 568 los lombardos invadieron Italia, asentándose en el norte. Pero al acabar el siglo VI, fue tal la fuerza que consiguieron atravesar la Península Itálica y partirla en 2. Los bizantinos conservaban una franja entre Rávena y Roma, llamada Exarcado de Rávena, territorios en Liguria (que perdieron pronto) y algunas ciudades en el extremo sur.
Los lombardos se asentaron en el norte mientras que al sur se independizaron los ducados de Benevento y Espoleto.
En Roma, el Papa cada vez tenía más poder y, aunque sus intereses seguían estando en Oriente, la degradación del poder bizantino hizo que estos comenzaran a explorar otras opciones.
Esto estalló en el 751. Los lombardos entraron en Rávena y exigieron tributo a Roma. Estos viendo que los bizantinos ya no podían frenar la situación buscaron otro aliado y resultó ser el Reino de los Francos. Y es que allí la cosa estaba calentita.
Sobre el papel reinaba la dinastía de los merovingios. Aquella que fundó Clodoveo sobre los restos de la Galia Romana. Sin embargo, la familia de los pipínidas, que ejercía el poder efectivo, buscaba la legitimidad para ser coronados monarcas. Aquí empezó el «affaire» con el Papa
Solución: el Papa ungía a Pipino el Breve, como rey, dándole toda la legitimidad, mandando a un monasterio al último merovingio Childerico III. A cambio, los francos atacaron a los lombardos para dejar Roma fuera de su influencia.
En los años 754 y 756 Pipino el Breve invadió Italia consiguiendo derrotar a los Lombardos. Roma quedaba libre de la influencia lombarda y, además, se entregó al Papa la ciudad de Rávena.
Al papado le había casi tocado la lotería.
Tras ese suceso, el Papa tenía bastante autonomía con un espacio que gobernaba entre Rávena y Roma. Era el germen de los Estados Pontificios, aunque el papado seguía considerando soberano legítimo al emperador Bizantino, con el pontífice como gobernante.
Es decir, aunque los papas se estaban acercando a los francos, seguían considerando a los emperadores bizantinos como legítimos. Aun no se había cortado el cordón umbilical, pero iba a venir un soberano que iba a cambiar el status quo. Carlomagno entraba en escena.
Carlomagno intensificó aun más las relaciones con el papado. obre todo en el 771, cuando tuvo que socorrer de nuevo a Roma, porque los lombardos se lanzaron de nuevo. Pero esta expedición fue una sorpresa. Carlomagno entró rápidamente en la capital lombarda, Pavía y… El estado lombardo se disolvió como azucarillo.
Carlomagno decidió no integrar Italia a su imperio bajo su control directo, sino que mantuvo el reino lombardo bajo el control de su hijo, Pipino.
Solamente Espoleto quedaba fuera de la influencia carolingia y el Papa ya era una figura muy cercana.
Y, mientras tanto ¿qué estaban haciendo los bizantinos? El que un siglo atrás era uno de los grandes poderes en Italia, había quedado reducido a Sicilia y algunas ciudades sueltas, como Venecia.
Lo cierto es que los bizantinos no andaban muy bien de lo suyo. Desde que los árabes los expulsaron de áfrica y Oriente Próximo, estos incursionaron muchísimas veces en Anatolia con el objetivo de alcanzar Constantinopla. Por el norte, los búlgaros también amenazaron los balcanes.
En Italia consiguieron retener algunas ciudades a base de fortificarlas y mantener las comunicaciones marítimas abiertas, como sucedía con Venecia, aunque esta comenzó a caminar hacia la independencia en la década del 770, aunque no se cristalizó hasta mucho más tarde.
Pero también había problemas internos, como l disputa iconoclasta. El rechazo al culto a las imágenes auspiciado por los emperadores cabreó al Papa. Gregorio II acusó al emperador, León III, de entrometerse en asuntos de fe. Aquí se empezó a abrir la brecha.
Aquí aparece uno de los personajes más controvertidos de la historia bizantina. Irene de Atenas era la regente de Constantino VI, entre los años 780-790, cuando los carolingios ya tenían una gran influencia en el papado. Irene temía lo que se podía venir y trató de evitarlo.
Aunque fue consorte de un emperador iconoclasta, Irene parece que era iconófila (partidaria del culto a las imágenes), o tomó esa actitud tras morir su marido y llevar la regencia de su hijo. En el 787 había conseguido declarar herética a la iconoclasia.
Este gesto buscaba la reconciliación con la iglesia de Occidente y el papado, que, como hemos dicho, ya estaba muy ligado al mundo franco carolingio. Intentó que bizantinos y francos se aliaran ofreciendo la mano de Constantino VI con una de las hijas de Carlomagno, pero no salió.
Luego, cuando Constantino VI llegó a la adultez, tomó el trono pero entró en disputa con su madre, quien mantuvo el poder. Una guerra civil se cernía entre la parte europea del imperio (más pro-Irene) y la asiática (pro-Constantino). Tras años de disputas Irene cegó a su hijo.
Empezaba su reinado en solitario, el único de una mujer en el Imperio Bizantino y, aunque tenía muchos aliados, también tenía muchos enemigos y conspiraciones constantes. Entre que era mujer, algo que muchos consideraron intolerable para ser emperador, y los iconoclastas, había lío en todos lados.
Y llegamos al año 800. En Roma, mientras tanto, el Papa era León III, quien había sido depuesto por la nobleza romana, corrió a pedir ayuda a Carlomagno. Este accedió y marcho sobre Roma a resolver el litigio y consiguió restituir a León en el trono de San Pedro.
Entonces se produjo el acto que acabó por sepultar a los bizantinos en Italia. La Navidad del año 800 León III coronaba a Carlomagno como emperador romano.
¡Volvíamos a tener dos imperios romanos!
Si nos gusta uno ¿por qué no tener dos?
Por supuesto, esta decisión causó un cabreo monumental en Constantinopla y en todo el Imperio Romano de Oriente (bizantino). Incluso los detractores de Irene, encabezados por el futuro Nicéforo I, protestaron. No había más emperador romano que el sentado en Constantinopla.
Parece que Irene, también viendo la que se le venía encima, intentó el matrimonio con Carlomagno, pero esto no salió y la emperatriz fue depuesta por Nicéforo I, del bando iconoclasta. Este negó el título dado a Carlomagno y estalló la guerra entre ambos imperios.Rápidamente los carolingios se hicieron con Istria, algo que Venecia, que ya era casi independiente de los bizantinos, vio con temor. Los bizantinos consiguieron recuperar algo de terreno, pero finalmente los carolingios se comenzaron a imponer.
Nicéforo I tuvo que hacer frente también a los búlgaros pero murió en batalla en Pliska. Por primera vez desde el siglo IV, un emperador romano moría en batalla.
Miguel I, su sucesor, tuvo que reconocer a Carlomagno como emperador en el 812, a cambio de la devolución de algunas plazas en el Adriático.
Con esto finalizaba la relación directa entre el Imperio Romano y el papado. La coronación de Carlomagno hizo que el pontífice de Roma quedara definitivamente vinculado y como cabeza de la iglesia en Occidente. Aun no se había producido el gran Cisma entre Oriente y Occidente a nivel religioso, pero este cambio produjo la ruptura política.
Y con esto terminamos este hilo navideño, sobre como l coronación del 25 de diciembre, del año 800, supuso una bofetada al Imperio Bizantino. Aunque la situación de facto ya marcaba la ruptura, este gesto terminó por precipitar los acontecimientos.
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