Este 25 de noviembre se cumplen seis años de la muerte del dictador Fidel Castro, promotor de la «revolución» cubana y precursor de la destrucción de la isla. Su huella marcó a la sociedad y al aparato estatal del país al punto que este parece congelado en el tiempo, por el nulo progreso que padece desde que la dictadura se instaló en el año 1959.
Castro promovía el marxismo y todos sus infructíferos postulados. Así lo hizo durante sus 90 años de vida. Luego tuvo como sucesor a su hermano, Raúl Castro, que transitó la misma senda en lo económico, político y social. Sin embargo, con el actual dictador Miguel Díaz-Canel aquel legado castrista parece desvanecerse y no precisamente en el buen sentido.
Por el contrario, el mandatario está virando hacia un modelo con los mismos preceptos, pero con tintes «modernos». Después de todo y a pesar del aislamiento del que son víctimas los cubanos debido a la represión, el régimen rechaza perder popularidad y aceptación internacional. Por eso, públicamente, dice abrazar premisas como el matrimonio igualitario, dejando de lado que Fidel Castro era homofóbico, los denigraba llamándolos «pervertidos sexuales» y les apresaba en campos de trabajo forzado.
Aún así, el actual dictador no deja de rendirle honores al fundador de la «revolución» cubana. Prueba de ello fue su presencia en la reciente inauguración de una estatua en Moscú, que costó 330.000 dólares. Sin embargo, cuando se trata de seguir lineamientos políticos, es posible ver cómo Díaz-Canel pasó de llamar a incorporar el marxismo a la vida cotidiana, a «promover la adaptación del marxismo a nuestro tiempo».
Díaz-Canel llega a China
Dejar atrás al viejo comunismo y teñirse del nuevo progresismo es el objetivo de Miguel Díaz-Canel. Eso explica por qué promovió con tanto ahínco el Nuevo Código de Familias en Cuba votado en septiembre pasado y que incluye el matrimonio entre personas del mismo sexo, novedad que seguramente hubiese sido rechazada por Fidel Castro y que funciona más como una estrategia de propaganda que de respeto por los derechos fundamentales.
Con la aprobación de la normativa, Díaz-Canel tachó ese tema de su lista para ir al siguiente: emprender una gira por Rusia, China, Turquía y Argelia que le permita mantener a flote la dictadura. El 24 de noviembre aterrizó en Pekín para firmar acuerdos con Xi Jinping. Comunicó que les esperaban horas «intensas, productivas y de seguro emocionantes». No ofreció mayores detalles de los acuerdos, pero algunas señales trascendieron.
El embajador chino en Cuba, Ma Hui, mencionó que trabajarán «para promover la gran práctica de la adaptación del marxismo a nuestro tiempo, y en conjunto emprender una nueva expedición de construcción socialista con características propias». Ahí, en medio de otras declaraciones sobre intercambios comerciales, está el meollo de la estrategia cubana. Justo en el marco del aniversario de la muerte de Fidel Castro, su predecesor busca acomodarse entre el marxismo clásico y el progresismo para que el régimen cubano sobreviva en tiempos actuales.
Paralelismos con el comunismo de Xi Jinping
El régimen de Xi Jinping promueve la aplicación del «socialismo con característica chinas» en el gigante asiático. De ser un modelo totalmente izquierdista, se fueron abriendo en lo económico hacia el capitalismo. Eso le ha permitido al país ser potencial mundial solo por detrás de Estados Unidos, su gran enemigo.
Con Cuba hay ciertos paralelismos. La isla busca su «comunismo moderno» pero no abriéndose a lo económico sino a lo social, dando espacio a la ola progresista en cuanto a derechos sociales para venderse ante el mundo. El problema es que no respetan los derechos del ciudadano de a pie que protesta por falta de alimentos y de servicios básicos. Hace dos semanas la ONG Prisoners Defenders denunció que actualmente en Cuba hay 1027 presos políticos mientras que “cientos de miles de ciudadanos cubanos han huido del país sólo en los últimos 12 meses».
Las contradicciones del dictador
Hay fuertes contrastes en comparación a lo que Miguel Díaz-Canel profesaba hace un año y lo que demuestra ahora. En medio de una grave crisis social con numerosas y fuertes protestas en su contra iniciadas en julio de 2021, su llamado en diciembre de ese año fue a incorporar el marxismo para «resolver» los problemas del país. Estas fueron parte de sus palabras en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista Cuba:
«Tenemos que lograr que no sea un momento más donde nos propongamos perfeccionar la enseñanza, la divulgación del estudio del marxismo leninismo en nuestra historia; si no más que todo que sea un paso definitivo para incorporar de la manera más natural el método científico que nos aporta el marxismo desde el materialismo histórico».
Pero la teoría de la izquierda siempre se derrumba cuando se traslada a la realidad. El país tiene 60 años de retraso, con la educación convertida en adoctrinamiento, la salud pública deteriorada, sin producción de alimentos y dependencia a las importaciones. El legado de Fidel Castro fue la ruina para la isla incluso después de su muerte y Díaz-Canel continúa empeorándolo, aunque ahora hace esfuerzos para venderse como un modelo político «progresista y democrático».
Fuente: Panampost
