El presidente de Colombia, Gustavo Petro, quedó en medio de la tensión entre Donald Trump y Nicolás Maduro, al punto que en las últimas horas se convirtió en el blanco de la presión que sale de Washington, pero también de Caracas. Su propuesta de revivir la Gran Colombia se ha convertido en la bandera del chavismo para intentar atrincherarse en nostalgias históricas, invitando incluso a Brasil y México a sumarse a la delirante propuesta del dictador venezolano, cuyo único objetivo es salvar su pellejo, sin ofrecer beneficio alguno para las dos principales economías de Latinoamérica, que han demostrado que su prioridad es mantener buenas relaciones con la primera potencia mundial.
Tanto Luiz Inácio Lula da Silva como Claudia Sheinbaum, pese a las diferencias políticas e ideológicas, han estrechado la mano de Donald Trump en las últimas semanas, haciendo gala del pragmatismo que caracteriza a ambos. El brasileño se reunió con su par estadounidense en el marco de la cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) a finales de octubre en Kuala Lumpur, Malasia; y la mexicana coincidió en Washington con el líder republicano en el sorteo del Mundial de Fútbol 2026, que organizan sus países junto con Canadá. Reducir aranceles, evitar sanciones y fortalecer acuerdos está por encima de revivir batallas de la época colonial para ambos mandatarios latinoamericanos.