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¡Oh Madre clemente y pía, escucha nuestros clamores!

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Origen de la Sagrada Imagen


En el año 1560, Antonio de Santana (caballero venido de España), obtuvo la encomienda de Suta en el valle de Sequencipá (Boyacá), que lo autorizó para organizar y regir el destino socio-político de la región.

Antonio de Santana, solicitó al fraile dominico Andrés Jadraque una imagen de la Virgen María, para colocarla en la capilla de Suta. Fray Andrés, fue a Tunja y convino con Alonso de Narváez, que le pintara una copia de la imagen de la Virgen María. La pintura la hizo en un lienzo de algodón de 1,26 x 1,13 cm., tejido por los indios, utilizando mezcla de tierra de colores y zumo de yerbas y flores. Como en el lienzo sobraba espacio, Alonso pintó al lado derecho a San Antonio de Padua, fraile franciscano, por ser el nombre del encomendero; al lado izquierdo pintó a San Andrés, apóstol, por ser el nombre del fraile que lo agenciaba. El encomendero pagó por la pintura $ 20 pesos. La imagen fue colocada en la capilla pajiza de Suta, donde fray Andrés catequizaba a los indios de la región.

 

En 1574, la misión que habían iniciado los dominicos pasa al clero secular y fray Andrés Jadraque es enviado a otro convento. Al ausentarse fray Andrés de aquel lugar, pronto decayó el culto y la imagen quedó abandonada. Con el tiempo la capilla se deterioró, las goteras y el sol dañaron la imagen.

En 1576, el doctrinero Juan Alemán de Leguizamón, encontró el lienzo en tan mal estado, que nada representaba, lo retiró del altar y lo entregó al encomendero en presencia de su mujer, Catalina de Irlos. El lienzo fue a dar a una despensa de campo, donde estuvo mucho tiempo de una parte a otra, según el servicio doméstico a que se le aplicaba, entre otros el de secar trigo al sol, con lo cual se le causaron varias roturas.

En 1577, muerto Antonio de Santana, su mujer Catalina se retiró a la aldea de Chiquinquirá con su familia y llevó el lienzo como un objeto de servicio doméstico. Por esta época, Chiquinquirá era una aldea despoblada, muy pantanosa, cubierta de niebla. Los indios de esta región tenían un famoso templo en la laguna de Fúquene, a donde acudían a ofrecer sus  dones y sacrificios.

En 1585, María Ramos, esposa de Pedro de Santana, hermano de Antonio, llegó a Tunja en busca de su marido a quien encontró viviendo con otra mujer. Decepcionada, se vino a vivir con su cuñada Catalina de Irlos a la aldea de Chiquinquirá, donde encontró el lienzo abandonado. Al saber que en él habían pintado una imagen de la Virgen, lo recogió, lo arregló y lo colocó en alto, frente al cual hacia su acostumbrada oración: “¿Hasta cuándo, rosa del cielo, habéis de estar tan escondida? ¿Cuándo será el día en que os manifestéis y os dejéis ver al descubierto para que mis ojos se regalen de vuestra soberana hermosura, que llene de alegría mi alma?”.

 

Estas palabras las repetía María Ramos todos los días hasta que por fin fueron benignamente escuchadas. Fue así como el día viernes 26 de diciembre de 1586 a las nueve de la mañana, después de haber estado la devota más de dos horas en oración, se levantó de su asiento para salir de la capilla. En aquel instante pasaba por allí una india que venía de Muzo, llamada Isabel, con un niño llamado Miguel, de unos cuatro o cinco años. Al pasar frente a la puerta de la capilla dijo el niño a la mujer que lo llevaba: “¡Mire, mire! Miró la mujer hacia la capilla y vio que la imagen de Nuestra Señora estaba en el suelo, de pie, y despedía de sí una luz que llenaba de claridad toda la capilla. Llena de asombro dijo en alta voz a María Ramos, que iba saliendo del oratorio: “Mire, mire, Señora, que la Madre de Dios se ha bajado de su sitio, está en vuestro asiento y parece que se está quemando”. Miró María Ramos y admirada de ver tan estupendo prodigio, llena de asombro se dirigió llorando hacia el altar, se arrojó a los pies de la sagrada Imagen; con mucho temor puso los ojos en ella y vio cumplidos sus deseos, pues, estaba patente la imagen de la Madre de Dios en el sitio en que la piadosa María Ramos solía orar, con una hermosura sin igual y con unos colores muy vivos y despidiendo de sí grandes resplandores que bañaban de luz a los santos que tenía a los lados y llenaba de claridad toda la capilla. Tenía el rostro muy encendido. Toda la pintura estaba renovada completamente. Sin embargo quedaron en el lienzo, los agujeros que antes tenía.

Después de una hora, con mucho temor y reverencia alzaron el cuadro y lo colocaron en el lugar que estaba antes. El rostro de la Madre Santísima duró encendido todo aquel día; después, la imagen quedó tal como hoy se contempla.

La noticia del prodigio se propagó rápidamente por todos los lugares circunvecinos, cuyos moradores presurosos acudieron a ver la imagen renovada.

1587. Al saber la noticia, el doctrinero de Suta Juan de Figueredo, vino a la aldea de Chiquinquirá acompañado de Diego López, para hacer información jurídica de los hechos. El 10 de enero de 1587 recibieron declaraciones de los testigos. El presbítero Figueredo envió esta información al arzobispo de Santafé, Luis Zapata de Cárdenas.

1587. Como la imagen se renovó en una choza arruinada que no tenía puerta, el Padre Figueredo mandó llamar al cacique del lugar llamado Alonso y lo invitó a levantar allí una capilla decente para colocar la sagrada Imagen. Los indios empezaron a construir en el lote donado por Pedro Rivera, hijo de Antonio de Santana, una capilla de vara en tierra y pajiza, pocos metros más abajo de donde está hoy el templo. En cinco meses levantaron dicha capilla a donde se trasladó la Imagen. Detrás de la capilla hicieron una habitación para María Ramos, quien quedó al cuidado de la imagen.

1588. Al saber el Arzobispo de Santafé, Luis Zapata de Cárdenas, la extraordinaria devoción que había despertado entre los fieles, el 6 de enero de 1588 nombró jueces comisarios a los presbíteros Juan Rodríguez, Juan de Castellanos y Juan de Cañada, quienes levantaron el proceso, del 15 al 18 de enero ante el Notario de Tunja. Entre los testigos declararon los clérigos: Francisco Pérez, doctrinero del lugar, Juan Alemán Leguizamón, quien mandó a retirar la imagen de las ruinas de la capilla de Suta y Juan de Figueredo, quien era doctrinero de Suta cuando se renovó la sagrada Imagen.

1588. En marzo 19, el arzobispo erigió la Doctrina o parroquia indígena de Chiquinquirá, en función de la considerable y creciente afluencia de peregrinos, separando la feligresía de la doctrina de Suta, y nombra como doctrinero al presbítero Gonzalo Gallego.

En 1587, el Arzobispo de Santa Fe de Bogotá, don Fray Luis Zapata de Cárdenas, levantó información jurada de los milagros concedidos por la Santísima Virgen y dispuso que se edificara un templo a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. En 1588 se dio principio a la obra; el 17 de agosto el arzobispo bendijo y colocó la primera piedra para el primer templo de Nuestra Señora, en terreno donado por Pedro de Rivera Santana, esposo de María Ramos y sobrino de Antonio de Santana. Este templo hecho de piedra y ladrillo, tenía 150 metros de largo y 38 metros de ancho. En dicho evento estuvo presente el Presidente del Reino, Antonio González.

1596. El Papa Clemente VIII concede indulgencia plenaria a quienes visiten devotamente la sagrada imagen de la Virgen María.

1633. Al visitar el Santuario el arzobispo Bernardino Almansa, se llenó de tristeza al encontrar la Sagrada Imagen muy descuidada. El 19 de septiembre de 1633, ordenó por Decreto que el templo de la Virgen de Chiquinquirá con su servicio se entregue a una comunidad religiosa para que se engrandezca el culto en el Santuario.

Al saber las disposiciones del arzobispo, los frailes dominicos pidieron se les diese la Imagen de la Virgen María con sus pertenencias, ofreciendo en permuta dos parroquias propias de la Orden dominicana, y se comprometían a fundar un convento en Chiquinquirá, para celebrar con mayor solemnidad el culto divino y conceder la salida de la Imagen, siempre que fuese necesario para remediar la peste y otras calamidades.

 

Hoy se celebra la fiesta de Nuestra Señora de Chiquinquirá la patrona de Colombia.

Patrona a cuya mirada nada escapa en estos sus dominios.

En su fiesta de 2021 9 de julio, sucedió algo insólito le robaron las joyas y la corona. Hubo gran alarma en ese momento y ya hoy se olvida pero es que Colombia en ese año era una hoy es otra completamente diferente sumida bajo el caos no parece ser un país guiado por la la Civilización y la doctrina de la Iglesia padecen de la mas dura tiranía anticatólica. Fue esa la razón por la cual la Providencia permitió que le robaran la corona y su cetro de Reina.
A partir de allí comenzó Colombia a padecer fue precisametne cuando se fundó el Pacto Histórico que tanto lamentamos. Teníamos razón al escribir en su aniversario de 2022 el artículo que hoy se confirma y que reproducimos a continuación:

_“En Julio de 2022
Le restituyen a la Virgen de Chiquinquirá sus alhajas pero ya ni es el mismo cetro ya su corona no significa lo mismo. Colombia sucumbe. Su mapa se vuelve rojo como nación comunista. Cae bajo la influencia nefasta de la secta más criminal y anticatólica en la historia El comunismo ateo, calificado por un Papa como fuente de todos los males. Cuánto mas para implorar y pedir perdón antes de que sus efectos invadan toda la sociedad…_

Fuente : saeta

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