Sin posibilidad de pagar por la cocaína o la marihuana, en las calles de Cuba se posiciona el consumo de «químico», la nueva droga de moda en la isla, que combina pastillas para el control de epilepsia, anestesia para animales y formol entre hojas de cannabis y un toque de orégano. Ni el régimen castrista puede ocultar su elaboración y comercialización.
Es el narcótico “de mayor impacto en estos momentos. Es un gran negocio y lucrativo», admite Juan Carlos Poey, jefe de la Dirección Antidrogas del Ministerio del Interior de la dictadura. La incomodidad en la declaración es visible. Aunque el alto funcionario insiste en subrayar que el país no es productor, almacén ni tránsito de estupefacientes hacia otros destinos, recibe una elaboración sustancias sintéticas de forma artesanal, cuyo bajo costo y tiempo de efectividad, les abre camino en el mercado nacional, divulga 14 y Medio.