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Religiosas

Historiador francés reflexiona sobre la anglicanización de la Iglesia católica. Un sacerdote responde

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El historiador francés Luc Perrin, profesor de la Universidad de Estrasburgo y muy conocido comentarista de asuntos católicos, publicó un extenso comentario en la página tradicional francesa “Le Forum Catholique”, en el que se preguntaba si la Iglesia católica está sufriendo un proceso de anglicanización.

Nuestro colaborador, el padre Richard Cipolla, doctor en Filosofía, pensó que éste era un ejercicio interesante y escribió su respuesta.

Primero, el dubium del profesor Perrin[1]:

Someto esta reflexión a la sagacidad de los lectores: esta idea me ronda la cabeza desde el annus horribilis de 2018 por lo menos.

Algunos elementos están presentes en el catolicismo antes de 2013 pero me parece -algunos estarán en desacuerdo sobre este punto pero ese no es el debate- que el magisterio del Vaticano II y postconciliar hasta 2013 ha defendido una hermenéutica de reforma en la búsqueda de la continuidad, rechazando frontalmente y de manera repetitiva la hermenéutica de ruptura (esto vale para Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI, cuya alocución del 22 de diciembre de 2005 formalizó esta orientación).

Una vez más: no es sobre esta cuestión largamente debatida desde hace 40 años sobre la que espero sus reacciones y proposiciones.

La deriva anglicana moderna -tampoco estamos en los 39 artículos del siglo XVI- del anglicanismo-episcopalismo, tal y como ha llegado a ser después de los años 1970, me parece caracterizar la hermenéutica de ruptura actual dominante en Roma.

La Comunión anglicana de Occidente -no la de África- ha elegido unificar por etapas las corrientes preponderantes en el seno del liberalismo occidental:

Debate en torno al ministerio femenino: diaconisas (1987) y después ministras (“sacerdotisas” en 1994) y obispas (2014) para la Iglesia de Inglaterra. Sabemos que este acercamiento ha sido retomado constantemente por los liberales católicos desde los años 1980. Y ha sido retomado en la primera etapa por el pontífice actual.
Debate en torno a la homosexualidad para aceptar el ministerio y después el episcopado, primero de los candidatos homosexuales pero castos y después de los candidatos que vivan en pareja: ha partido de la Iglesia episcopaliana americana. Siguieron las iglesias locales y a ello se ha llegado.
Un acercamiento abiertamente modernista -en el sentido teológico- en cuanto a la lectura de la Biblia. Se ve en marcha desde hace décadas en el catolicismo entre los investigadores de exégesis.
Un tinte “cristiano” muy secularizado como contribución a los “valores” (que de hecho no existen más que como datos temporales en el liberalismo) de las seculares culturas liberales occidentales.
Una doctrina social que guarda el antiliberalismo tradicional en sus fórmulas pero que, en la práctica, se satisface con la economía liberal en versión Thatcher-Reagan que se desarrolla desde los años 1980. Laudato Si entra muy bien en esta continuidad doctrinal pero en la práctica es la Fundación Papal de McCarrick-Wuerl; los órganos del catolicismo social se han debilitado considerablemente en Occidente. La reivindicación de la “social justice”, tan combatida en EE.UU. por los millares de católicos más seguros y ortodoxos, tiene por cierto que esta “social justice” ha sido anglicanizada también y se preocupa del feminismo, del multiculturalismo sin freno ni medida, así como de las teorías de género más disparatadas (véase la histeria de hoy sobre los transgénero en EE.UU.). Sobre este punto, el papa reinante ha mantenido lazos con la doctrina social de la Iglesia clásica con su apoyo al régimen nacional-comunista de Venezuela y una desconfianza hacia el hiperliberalismo americano.
Último punto: el favor, más aparente que real, dado a una visión eclesiológica kasperita: la doctrina podría variar, como en el seno de la Desunión anglicana, de un continente a otro, de una conferencia episcopal a otra, de una diócesis a otra. No ya las variaciones llamadas “pastorales” sino lecturas doctrinales que implican pastorales divergentes. El cardenal Kasper había apostrofado a los cardenales africanos en el Sínodo de 2014, al decirles que no tenían que meterse en los asuntos europeos. Tan “brillantes”, es verdad…
Al final sería una etapa más en el gran compromiso entre la fe y la modernidad, por un desvanecimiento de la sal evangélica, desvanecimiento que conduce y conducirá a una situación de tipo anglicano: deserción de las iglesias, abundancia de “vocaciones” en los sectores más heterodoxos (feministas y homoclericales), disolución de la empresa social en el seno de las sociedades, fracturación institucional cada vez más marcada de una región a otra.

Hay diferencias, no establezco una equivalencia estricta, pero me parece que el neocatolicismo actual va en esta dirección.

¿Qué piensan ustedes?


Ahora el responsum del P. Cipola:

El profesor Perrin pide respuestas a su pieza publicada en “Le Forum Catholique” sobre la similaridad de adónde ha llegado el anglicanismo teológicamente y la senda que está siguiendo la Iglesia católica hoy. Debo confesar que tengo algo más que un pequeño interés en la cuestión que suscita, dado que soy un antiguo sacerdote episcopaliano que se hizo católico y fue ordenado sacerdote católico hace 35 años. Sin ir a demasiados detalles autobiográficos, debo decir que me hice católico por la conclusión a la que llegué, tras años de estudios y pensamientos teológicos, de que la única reivindicación válida en Occidente de ser la Iglesia de Jesucristo, en continuidad con su fundación por Cristo, está en la Iglesia católica. Mis mentores en este viaje fueron los padres de la Iglesia y el beato John Henry Newman. Fue Newman, sobre todo, quien me hizo entender la relación entre el asentimiento intelectual y la fe. Fue también él quien me previno de los excesos de los conversos con respecto al celo insano hacia todo lo que se considera católico, según el molde del P. Faber. También fue él quien me vacunó contra la enfermedad del hiperpapismo.

Recuerdo que, cuando era aún un sacerdote episcopaliano, iba a charlas ecuménicas entre anglicanos y católicos y que me maravillaban las opiniones de los sacerdotes católicos sobre la naturaleza de la Iglesia y del ministerio de la Iglesia. Así que me dio gran descanso, al final de los años 70 y principios de los 80, oír a los sacerdotes católicos casarse con opiniones teológicas que eran precisamente por las que dejé el anglicanismo. Mi ruptura final con el anglicanismo vino con la ordenación “ilegal” de tres mujeres como sacerdotisas y el consecuente fracaso de la jerarquía anglicana en condenar este acto, que está contra la clara tradición de la Iglesia.

Y así, mi respuesta a la solicitud de comentarios de Perrin es que creo que hay verdad en sus observaciones de que la Iglesia católica parece estar siguiendo la trayectoria anglicana de rechazar la tradición, como ha sido entendida por la Iglesia hasta ahora, y abrazar en su lugar una concepción liberal, casi gnóstica, de la Iglesia, que al final es incompatible con la fe católica. Recientemente he publicado un artículo sobre la Comisión nombrada por el Papa para investigar la posibilidad de ordenar diaconisas. El hecho de que el Papa nombrara esta comisión sin referencia a Comisión Teológica Internacional de 2002, que estudió con bastante detalle el oficio de diácono en la Iglesia, muestra bastante claramente que, en estos temas, lo que se ha dicho en el pasado, sea de forma quasi oficial o por un papa incluso, no tiene relevancia en cuanto a lo que los gnósticos liberales piensan que debería pasar en la Iglesia para ponerla al día con el mundo. El Papa tiene ahora el informe de la Comisión y veremos lo que decide sobre las diaconisas. Terminé ese artículo que escribí con la advertencia cautelosa de que, una vez que las mujeres sean ordenadas diaconisas, no hay nada para parar la ordenación de sacerdotisas, en una época en la que la sexualidad no tiene ningún valor innato.

Los otros puntos de Perrin tienen validez. Recuerdo, durante mis estudios para el sacerdocio anglicano, que fui expuesto a la “Cristiandad anónima” de Rahner y a los escritos de Kung sobre la Iglesia, que de algún modo estaban más allá de lo que cualquier protestante podría creer, y a estudiosos católicos de la escritura que descuidaban recordar al lector católico que la Biblia es la palabra de Dios, y en su lugar intentaban sobrepujar a Bultmann en su reduccionismo. Un comentario sobre el evangelio social en la Iglesia católica es ahora una versión casi desleída de la enseñanza católica, en la esperanza de que el mundo lo aprobará. Pero el mundo es mucho más inteligente que muchos obispos católicos y rechaza este intento embarazoso de desnaturalizar el difícil mensaje de Jesucristo, mensaje que es directamente contrario a los procesos mentales y estilos de vida de los que habitan esta edad posmoderna.

El cardenal Newman predijo, en su discurso titulado Biglietto hace más de un siglo, la infección hasta en la Iglesia de liberalismo, en el sentido moderno, que causaría gran daño dentro de la Iglesia. Esto ha sucedido sin duda. Sucedió, y continúa, y es instigado por el pontífice actual y su curia en Roma y más allá, esos que alegremente anglicanizarían la Iglesia del todo (o peor) mañana, si tuvieran ese poder. Hay chispas de esperanza en esta situación. Uno se fía del hecho de que muchos de esos clérigos se están acercando a la edad de ochenta años, y Dios se los llevará pronto, como a mí. Segundo, sus discípulos están tan ensuciados con los escándalos sexuales del clero, incluidos esos mismos de la jerarquía, que su poder real está alcanzando el punto de evanescencia. Tercero, muchos jóvenes sacerdotes y laicos han descubierto la Tradición católica en la Misa Romana Tradicional y nunca echarán la vista atrás a los 75 años postconciliares pasados como a algo normativo.

No puedo decir si estos pensamientos tienen la sabiduría que pide Perrin en su solicitud de ponderar su sugestión de que la Iglesia católica se está anglicanizando. Pero debemos conversar sobre ello.

(Traducido por Natalia Martín)
Fuente: Adelante La Fe

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