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Religiosas

Grandeza de la misión de Santa Rosa de Lima

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En este mes dos fechas de santos insignes se conmemoran.( 19 dy 21 de agosto)an Pio X el inigualable
Pastor del siglo XX y San Ezequiel Moreno Diaz. Presentamos unas páginas que los relacionan por ser los
dos santos defensores de la verdad de manera admirable y ejemplo para la Iglesia y para la doctrina en
relación a los errores que se iniciaban con el siglo y que perduran hasta nuestros días.
EUGENIO AYAPE SEMBLANZA DE SAN EZEQUIEL MORENO EDITORIAL AUGUSTINUS – MADRID, 1994
Pagina 112:
SAN PIÓ X Y SAN EZEQUIEL Tuvo el padre Ezequiel en su vida episcopal, en su entrega total al
cumplimiento del deber y a la defensa de la verdad, que proclamó con amor y con valor, muchos
contratiempos, muchas resistencias, y habrá que agregar también, bastantes enemigos. Sintió que se le
presionaba con fuerza para que abandonara el cargo. Su corona de espinas le duró hasta sus últimos
días. Y también tuvo, además de la clara asistencia divina, numerosos apoyos humanos. Basta leer la
serie de adhesiones y de cartas que proceden de personas distinguidísimas y de su clero y pueblo fiel,
que lo rodeaba lleno de ardoroso cariño. Figuran en el volumen que ha publicado la sección histórica de
la Sagrada Congregación de Ritos, sobre el proceso de beatificación, varios documentos magníficos: del
arzobispo de Medellín, Manuel José Caicedo, del obispo de Garzón, Esteban Rojas, de grupos de
sucesores, etc. Presento aquí copia de un párrafo tomado de cierta carta del arzobispo de Cartagena de
Indias, Pedro Adán Brioschi, italiano de nacimiento, perteneciente a la sociedad de misiones extranjeras
de Milán. La epístola va dirigida al sacerdote Reinaldo Herbrand, víctima también éste de la persecución
en el Ecuador. Está escrita en Leontica, Cantón Ticino, y lleva data del 14 de agosto de 1905. «Antes de
mi salida de Milán para venir a estas montañas, donde se respira aire puro y saludable, le escribí una
carta para manifestarle que, no habiendo quedado satisfecho de la entrevista con el Emmo. Sr. Merry
del Val, resolví hablar directamente con el Santo Padre acerca de nuestro celoso obispo de Pasto. Pedí
en efecto una nueva audiencia, y por medio de monseñor Bressan, íntimo del Pontífice, por 112 haber
sido su secretario desde que era obispo de Mantua, la conseguí fácilmente. Referí al Pontífice las cosa s
de nuestr a querida Colombia, le manifesté las intenciones que los liberales tienen para con el clero, le
conté todo lo que hizo el limo. Sr. Moreno para salvar a Colombia en la última revolución, y le supliqué
que no lo dejara sacrificar ni lo expusiera al odio de sus acérrimos enemigos. El Papa me oyó con
atención y me aseguró que el Sr. Moreno no sería removido. Tomó apuntes y me dio a comprender que
estaba satisfecho de los informes recibidos. Creo que no hay que temer por ahora. Los adversarios han
quedado confundidos una vez más. Ahora acabo de recibir unos impresos que también me han gustado,
porque hacen suponer que todo ha terminado bien, y que el general Reyes al fin y al cabo dejará vivir
tranquilo al limo. Sr. Moreno. Le incluyo esos impresos para que esté al corriente de lo que pasa»23 . Y al
junta r los nombres de san Pío X y del santo Ezequiel advierto que cuando el citado Papa publicó su
primera encíclica y declaró que su propósito se cifraba en restaurar todas las cosas en Cristo, para que
Cristo sea todo en todas las cosas, se entusiasmó el padre Ezequiel. Y escribió una carta pastoral
(Cuaresma de 1904), en que trata de los derechos de Jesucristo a reinar sobre todas las cosas, de lo que
es este reinado con relación al Estado, de la guerra que hace a ese reinado el liberalismo, de los
destrozos que causan en él algunos que se llaman católicos, de lo que deben hacer los católicos
verdaderos para defenderlo y sostenerlo. Es una de las mejores pastorales del padre Ezequiel, por su
plan y por el nervio de su argumentación. Eran del mismo temple Pío X y el padre Moreno. El sucesor del
insigne León XIII publicó su encíclica Acerbo nimis sobre la enseñanza del catecismo a los niños, en
donde se manda erigir en todas las parroquias la asociación o congre2 3 Todavía en 1943 Pedro Adán
Brioschi (1860-1943). en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias, de la que era obispo, nos habló al

padre provincial, fray Honorato Urruüa, y al suscrito, con los más encendidos acentos de cariño y de
veneración hacia el santo Ezequiel, y sobre lo acontecido en las dos entrevistas que mantuvo en Roma
con su amigo el Papa Pío X, quien hizo alusión al tan combativo obispo de Pasto, y le aseguró que «ese
buen prelado no sería removido», y tomó unos apuntes que. de seguro, fueron definitivos para el caso.
113 gación de la doctrina cristiana. También el padre Moreno se apresuró a redactar un oportuno
reglamento que envió a todos los párrocos. Buscaba imprimir el amor a Dios y a su enviado Jesucristo,
ante todo, en los niños. Con gran gusto obedecía a su amado Pontífice, quien estuvo precisamente
preocupado de una manera preferente por el bien espiritual de los fieles, por la pureza de la doctrina
cristiana y por la santificación de los sacerdotes. Sin alardear de hallarse especializado en cuestiones de
alta teología demostró que abundaba en ciencia espiritual y en celo apostólico, y llegó a ser en la lista de
los Papas uno de los más reformadores, agudos y valientes, a lo largo de la historia de la Iglesia. Su
preocupación, y sus esfuerzos por preservarla de los errores que la amenazaban, fueron permanentes.
De ahí sus sabias y oportunísimas disposiciones. Era intransigente en la defensa de sus derechos y de la
pureza de la fe. En su primera encíclica del 4 de octubre de 1903, E suprema apostolatus cathedra, habla
ya de la pesada carga que acababa de aceptar, y ello en un momento en que «la religión es perseguida
con audacia y con ira, en que se combaten los dogmas de la fe, y se pretende extirpar y aniquilar toda
relación del hombre con la divinidad». Eran los tiempos del SyUabus, de la censura de libros, de la
condena de la ética modernista, caus a de muchos males. Pretendía imponerse el tipo de hombre
marcado por el positivismo total, libre-pensador, racionalista, antirreligioso, que ya hizo sufrir bastante a
los Pontífices Gregorio XVI y Pío IX, a quienes mucho admiraba nuestro fray Ezequiel. Ante la situación
de la sociedad, el Papa pedía una cooperación especial de todos los obispos de la Iglesia. Y fray Ezequiel
se apresuró a mandar a sus fieles una pastoral, al acercarse la Cuaresma, de 1904, en la que escribía:
«Según las palabras de nuestro Santo Padre, somos uno de los auxiliares, aunque indigno, en la gran
obra de restaurar todas las cosas en Cristo. En la parte, pues, que nos toca debemos trabajar por
secundar las miras de nuestro Santo Padre, o sea, por hacer que Cristo sea todo y en todas las cosas. Es
preciso que los que ejercen potestad en la tierra vuelvan a ser lugartenientes de Jesucristo. Es necesario
que los pueblos alcancen el reinado de Cristo y vuelvan a ser cristianos también en lo social. Es menester
que reine Cristo». 114 Por eso el lema de su pontificado fue «Restaurar todas las cosas en Cristo». Y es
que escribía: «Con audacia y con ira se persigue la religión en todas partes, se combaten los dogmas de
la fe, se trabaja abiertamente para extirpar y aniquilar toda relación del hombre con la divinidad. El
mismo hombre con infinita temeridad se ha puesto en el lugar de Dios, de tal manera que, aunque no
pueda borrar totalmente de sí todo vestigio de Dios, sin embargo, rechazada su majestad, ha hecho del
universo un templo de sí mismo, donde ser adorado». Hay muchas semejanzas entre san Ezequiel y san
Pío X, en el temple y modo de proceder, en el encendido celo pastoral, en promover incesantemente la
enseñanza del catecismo a los niños, en procurar una mejor formación de los sacerdotes, en el amor
encendido a la Eucaristía, en combatir ¡mfenlamente los errores, en salvaguardar la pureza de la
doctrina inmutable de la Iglesia y en el intrépido celo con que combatió los errores que iban surgiendo
en su época. Sobre esto hay que anotar la serie de medidas que tomó durante su episcopado. Hasta en
la pobreza de sus orígenes familiares nuestro san Ezequiel tuvo gran parecido con este Pontífice de la
Iglesia, quien, por cierto, también en su testamento pudo con verdad consignar: «Nací pobre, he vivido
pobre y quiero morir pobre».

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